17.04.2017. Redacción / Opinión
Por: Grego Calzadilla
Ese lugar es más real de lo que imaginas, está más cerca de ti de lo que piensas, y tiene más belleza y seguridad que todo lo que te han contado y prometido desde tu niñez.
Estamos tan acostumbrados a desesperarnos por todo, a estar sumergidos en nuestros rumiantes y persistentes pensamientos, y a hacer caso a lo que nuestro desconfiado Ego nos susurra sin descanso acerca de lo peligroso que es el mundo o lo mal que hacemos las cosas, que muchas veces nos olvidamos de quiénes somos realmente y del potencial tan grande que tenemos.Y lamentablemente nos convertimos en una burlesca y ensombrecida caricatura de nosotros mismos, moldeada por nuestros miedos, nuestras inseguridades y nuestras frustraciones.
Queremos estar en armonía, saborear la vida y conseguir la tan deseada calma y felicidad, pero nos pasamos cada instante de nuestra existencia corriendo de acá para allá, estresados y a toda prisa, inmersos en una continua búsqueda de no sabemos qué, y que jamás nos permite detenernos; y sin embargo, nos olvidamos de mirar en el único y auténtico lugar donde se encuentra todo lo que verdaderamente necesitamos: Nuestro interior.
Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos intentamos basar nuestra existencia en arquetipos preestablecidos cimentados en dogmas y creencias que la sociedad nos vende como perfectas y que nos inculcan desde pequeños, y no reflexionamos si son correctas o no esas ideas; y si vemos que nuestra vida o los que están alrededor nuestro no se amoldan a ellas, entonces nos sentimos desgraciados y perdidos.
Fundamos nuestra supervivencia en la constante y enfermiza comparación con los demás, en querer ser los mejores, los más exitosos, los más admirados, los más guapos, tener el mejor cuerpo, el mejor coche, la casa más grande…
Y ni siquiera nos cuestionamos si eso nos hace realmente falta, o por el contrario nos aleja de nuestro auténtico “centro de equilibrio” y de nuestra ansiada felicidad.
Y luego, por si esto fuera poco, nos culpamos y torturamos imaginándonos los desenlaces más dramáticos y las situaciones más difíciles para todos nuestros problemas y preocupaciones diarios, lo que ocasiona eldesmoronamiento absoluto de nuestra autoestima y autoconfianza.¡Qué fácil sería todo si cesáramos de preocuparnos tanto por todo y por el futuro, si dejásemos de competir constantemente con los demás, si renunciáramos a compararnos con una imagen ficticia, figurada e idealizadade nosotros mismos, o si parásemos de contar los años y las arrugas como si fueran pesadas losas que nos aplastan y oprimen cada vez que nos esforzamos en levantarnos y brillar con fuerza¡
Si sólo nos limitásemos a vivir el presente en todo su esplendor y plenitud, si sólo sintiéramos con el corazón, fluyendo y fusionándonos armoniosamente con nuestros sentidos; si diéramos más veces y más a menudo las gracias al Universo por todo lo bueno que tenemos en nuestra vida (aunque pensemos que aún nos faltan muchas cosas que creemos necesarias), y si fuésemos un poquito más conscientes del regalo tan grande y maravilloso que se nos da al despertar cada mañana y poder contemplar un nuevo amanecer, aprenderíamos a sonreír más y enojarnos menos, y a saber que todo siempre es como tiene que ser y acorde a nuestras necesidades espirituales y crecimiento personal.
Sin duda alguna nos veríamos recorriendo la senda correcta del que busca el verdadero gozo del Ser, del que sueña con descubrir ese lugar sagrado donde todo es posible, donde la magia se hace patente, y donde reposa inerte la tan deseada y anhelada “Fortaleza y Paz Interior”.
Aún estás a tiempo de encontrar ese glorioso lugar. Aún es posible ser auténticamente pleno y feliz.
Ese templo está en tu interior. ¡ESE LUGAR ERES TÚ¡