"Generación mantequilla"

19.05.2024 | Redacción | Opinión

Por: Alejandro de Bernardo

adebernar@yahoo.es

Entre lo bueno que tiene seguir cumpliendo años está el saber que lo contrario no puede ser mejor. Y también que, pasada la mitad de una vida larga, los recuerdos de juventud se refrescan como setas con lluvia y calor: no paran de crecer. Así que lo vemos todo cercano, con lupa y como si fuesen cosas de ayer…  por más que el entorno tenga poco o nada que ver con el de “aquellos maravillosos años” nuestros.

Desde este privilegiado observatorio, me pongo a mirar, a comparar, a escuchar y es casi un clamor aquello de que los jóvenes hoy lo tienen crudo. Las generaciones más preparadas, más cuidadas, mejor alimentadas y más protegidas… resulta que llevan unas vidas a medias o a la intemperie. Resulta que no se pueden emancipar. Resulta que tampoco pueden conseguir un trabajo de calidad suficientemente remunerado. No sé cuántos más “resultas” podría seguir poniendo pero es la realidad. La de hoy. La de ahora.

Nosotros ya nacimos curtidos o en poco tiempo nos curtieron sin paños calientes. Ni fríos. Nos llevaban a cinco atrás en el coche (los que lo tenían) sin cinturón de seguridad, vomitando unos sobre otros y sin parar por los lloros, con “Un beso y una flor” a todo volumen en el casete para tapar las quejas. No seré yo quien reniegue del progreso, pero habrá un término medio entre el trato medio salvaje en el que crecimos las familias numerosas de los sesenta-setenta y los refugios nucleares en los que metemos hoy a los críos. Y cuando digo “críos” entiendan que no me refiero a los infantiles sino que puedo llegar a una gran parte de postuniversitarios y postadolecentes sin que sea un disparate.

Y es que estos “pollitos” nuestros no es que no puedan comprar piso es que, dependiendo del sitio, ni siquiera pueden alquilarlo. Van cumpliendo años conviviendo con otros compañeros, como si siguiesen estudiando. Los sueldos no les llegan para hacer lo que más apetece a esta edad: verse independientes, libres, sin necesidad de que los padres o los abuelos les sigan echando una mano o las dos.

A la mayoría no les salen los números. Son muchos los que solo pueden acceder a un piso si sus mayores les ayudan con un dinero que no les alcanza. No sé cuántos abuelos utilizan parte de su pensión para que los nietos puedan tener algo de dignidad, pero no son pocos. Eso es simplemente el mundo al revés. Algo falla en el sistema. Antes empezabas a trabajar y, aunque los sueldos también eran escasos, veías una posibilidad de promoción en el horizonte. Sabías que si te esforzabas empezarías a ganar una cantidad más razonable. Ahora tienen la sensación de que ese mañana jamás llegará.

Tormenta de ideas. Construir vivienda, aval de alquileres a los jóvenes por el estado, penalización fiscal a quien tenga en propiedad un número “absurdo” de viviendas, lo mismo con  las casas vacías donde hacen falta, leyes duras contra la ocupación y los narcopisos, seguridad jurídica al arrendador… y cuando se haya sacado todo al mercado construir vivienda de protección oficial. No parece mal plan. Y si lo completamos con un salario mínimo de verdad… porque hace tiempo que no se puede vivir sin un mínimo de 1.500 €, todos lo sabemos, pues entonces… ¿qué pamplina es esta nuestra? Sumen y verán. Tirando bajo: 700€ de alquiler, 100 de agua y luz, 300 de comida, 150 de gasolina, 30 de teléfono… vamos a olvidarnos de la ropa, mantenimiento e impuestos de coche, vacaciones… pues eso, ni jóvenes ni independencia ni natalidad ni leches.

Y encima tendemos a decir de ellos que tienen poco compromiso. Que son la generación mantequilla. Lo que no son es tontos. A ver quién se esfuerza para que todo siga igual. Comprarse un coche les cuesta un brazo e hipotecarse quedarse sin el otro y sin una pierna. Y si se van de Erasmus también es debido a la generosidad de la familia, no del sistema.

Tenemos un problema. Todos. Uno muy gordo. Están preparados, pero hay que ofrecerles otra cosa más allá del camino a la frustración que es lo que vislumbran hoy si no queremos perderlos. En otros sitios los reclaman. Y los pagan bien. Y lo saben. Y son nómadas. No como nosotros.

Feliz domingo.

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