26.03.2022 | Redacción | Opinión
Por: Rosario Valcárcel Quintana
Poeta y Narradora
Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com
El mundo que nos rodea siempre ha fascinado al ser humano. Desde la antigüedad, el paisaje se concebía como una obra divina y el hombre era entonces el centro del Universo. Hoy, a pesar de los muchos años transcurridos, seguimos envolviéndonos en la nostalgia de aquel mundo originario.
Andrés Delgado es un artista pensativo, ensimismado en su mundo, amante de la Creación. Le gusta pasear con su perro Isis, entre la lluvia fina, los caminos y matorrales, oler el estiércol de la tierra húmeda y caliente, escuchar las voces de tabaibas y laurisilva, fundirse en el zumbido de los insectos, el crepitar de las hojas. Sobrecogerse en el silencio inmóvil de los atardeceres entre las huellas de nuestros ancestros y las muchas estrellas muertas. Penetrar en la mortalidad del tiempo.
Entonces se sumerge en el Todo, se vuelve Naturaleza. Y dibuja en un pequeño blog que lleva consigo, esbozos y pensamientos, notas que dan lugar a la experimentación, al planteamiento plástico, a pequeñas explosiones que es transferida de las manos al cerebro.
En Transformación del Paisaje, ejecuta una representación artística sobre el Hábitat vinculada con la percepción social del mundo natural. Una obra realizada con técnica mixta y materiales desechables incrustados sobre la pintura: piedras, tierra, raíces, hierros quebrados, troncos, restos de vendavales, entrañas del entorno natural. Pasa horas y horas mirando la posible escultura, hablando con los lienzos, la tabla, la tela, ese proceso del trabajo que termina con la creación de algo que, quizás al iniciarse ya existía en la imaginación del autor. Nos descubre un universo que se sitúa entre la pintura, la escultura y la arquitectura del paisaje.
Andrés Delgado busca un replanteamiento permanente del arte y construye un diálogo con la Tierra. Un diálogo en el que invoca libertad, conciencia, reflexión y crítica. Artista conceptual, apela al equilibrio de trazos y superficies, la sutileza y el cromatismo del paisaje. La tierra roja, un fragmento del sol que hace brillar a una pitera igual que una escultura, nos muestra la calidad de la composición. Nos presenta la estética de un invernadero para pájaros que sufre una metamorfosis incesante. Y como si estuviese suspendido en la nada, en el disfrute estético del verdor de un inmenso cactus, evoca el poder de la Naturaleza. Se refugia en el espectáculo de la Creación y vemos el caserío con formas y manchas de color, enfatizando el molino eólico: hijo del viento que aletea en solitario esplendor.
Nos zambulle en el entorno de la costa, en la orilla del mar y en los charcos turbios y porosos donde yacen cadáveres de plásticos despedazados, restos de organismos marinos, materias que fueron Vida. Una exposición llena de sonidos y efluvios en los que se funde lo vivo con lo muerto.
Desde las décadas que vivió en Madrid, el creador ha confiado en su paisaje mítico; el insular, en los símbolos que representan la Naturaleza: montañas, árboles, lluvia, manchas de luz. Ha buscado en la memoria y, con gran meditación ha recreado una y otra vez, desde la distancia, una nueva mirada de los barrancos, riscos, malpaíses, cuanto de paraíso tienen las islas.
Describe el olor de la adolescencia del pinar, del Dios Teide y la Montaña Roja del Médano. Consigue los efectos cromáticos y porosos de cráteres, cicatrices, cenizas y arenas volcánicas con volúmenes matéricos, manchas blancas, negras, azules o rojas que igual que pavesas centellean el cielo. Juega el artista con las posibilidades formales de su técnica y, asume la actividad plástica como investigación semiótica.
En el 2019, decide revivir el espíritu y la grandeza de rocas graníticas, el arte que afirmaba García Lorca que toca más a la Tierra, y nos presenta otro proyecto creativo: sus esculturas. La dura piedra: oscura, redondeada, inmóvil, lisa y pulimentada por las manos de Andrés. Piezas poseedoras del tiempo, del ruido y del silencio más atronador. Esculturas que recuerdan el culto mágico, la creación de nuestro mundo. Esculturas que son capaces de seducir al espectador con su asombrosa presencia física.
La obra de Andrés Delgado ha sido expuesta tanto a nivel nacional como internacional. Sus trabajos artísticos logran que nos emocionemos y nos sintamos fundidos, no en una canción fúnebre de un mundo desaparecido, sino en la pasión por la Creación como consecuencia del paso del tiempo, de lo fugaz y lo contemporáneo, de la transformación del paisaje.
Imagen: Andrés Delgado y Rosario Valcárcel | CEDIDA