23.12.2019 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Acaba de terminar en Madrid la Cumbre del Clima de la ONU, con unos resultados más bien decepcionantes, todavía hay mucho por hacer, tanto por cambiar y sobre todo, ganas de ponerlo por obra. El estilo de convivencia que nos hemos dado parece agotado y lo que es peor, caduco en sus consecuencias. Por lo tanto, es perentorio cambiar, para mejorar, recuperar lo que sea posible e implantar aquello que fuera necesario, para volver a una situación aceptable, tanto desde un punto de vista humano, como medio ambiental. Todos tenemos que aportar, porque es global la solución, las particularidades sobran en un tema de vital importancia para la supervivencia de todos, sin excepciones. Estamos a tiempo, todavía se puede revertir lo que parece terminal.
Recientemente Al Gore, exvicepresidente norteamericano y Premio Nobel de la Paz, declaró que los líderes empresariales están haciendo más contra el cambio climático que los líderes políticos. Puede que sea verdad, no hay que tomárselo a broma. La clase política, a la que hay que sumar los ínclitos noistas, como casi siempre, se pierden en vericuetos que entorpecen cualquier acción o proceso conveniente. En cambio, desde la iniciativa privada, empresarial, sin tanto griterío, aspavientos o ruidosas manifestaciones, se están tomando iniciativas que, si tienen incidencia, siendo operativas y convenientes. No gusta escuchar esta realidad, porque va contra el pensamiento único, que divide, a unos en buenos angélicos y a otros, en malos rematados. La escritora Matilde Asensi dijo y muy bien dicho, que “cada cual mira los acontecimientos desde su esquina, con el rostro vuelto hacia la pared para no ver lo que no quiere”.
La construcción significa vida, protección, empleo, progreso, modernidad, bienestar, calidad de vida. Aunque algunos quieran constantemente demonizarla, sus beneficios superan con creces los posibles perjuicios que pudiera ocasionar. No es una apreciación subjetiva, sino comprobable, en cualquier parte del mundo. La responsabilidad que el sector tiene, como consecuencia de su impacto sobre el territorio, es asumida, lo que significa que tenemos que poner en valor la economía circular, sobre todo, en construir sobre lo construido, es decir en la valorización de la restauración, conservación, mantenimiento, rehabilitación y reforma, para vivirlo y disfrutarlo en la actualidad. Se trata de pensar y trabajar para las personas, no para las ideologías, que no producen frutos palpables.
El desarrollo sostenible, entendido y aceptado como lo define la ONU, es decir, “cubrir las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de cubrir las suyas” es una premisa irrenunciable, porque todos queremos dejar a nuestros hijos y nietos, un mundo mas sano, para que puedan tener un crecimiento personal, económico y social suficiente. Llevamos implantando la sostenibilidad en la construcción hace más de una década, sobre todo con la incorporación de la eficiencia energética, materiales renovables o reciclables y la reducción de los residuos. Todavía es poco, lo sabemos, pero estamos en el camino, haciendo y no diciendo. Es fácil estar todos los días con proclamas medioambientalistas, lo complicado es ponerlas en práctica, hacerlas viables y constructivas. De eso se trata, de acabar con esa política del frentismo, que no encuentra soluciones, crispa el ambiente y por cierto, nunca mejor dicho, deteniendo acciones concretas. Lo acabamos de ver en la Cumbre de Madrid, los políticos han sido incapaces de llegar a acuerdos significativos, demostrando una vez más, su mediocridad, inoperancia e irresponsabilidad. La sociedad civil, las organizaciones intermedias y los ciudadanos en general, somos los que debemos tomar la iniciativa, porque somos la inmensa mayoría.