20.12.2021 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Conformarse, como el sujetarse voluntariamente a hacer o sufrir algo, por lo cual se siente alguna repugnancia, es vivir vencido, derrotado, agotado. La resignación, es el someterse o entregarse a la voluntad de otros, cediendo la personalidad y lo que es más peligroso, la propia libertad. Parece ser el sino de nuestro tiempo, donde la mayoría silenciosa aguanta todo, sin protestar, ni levantar la voz y menos, hacer oír su opinión, aunque sea literalmente escachada, engañada o utilizada. Es una dejación peligrosa, altamente irresponsable, porque deja en manos de una minoría muy ideologizada, el liderazgo mediático y operativo, que provoca mucho ruido, aunque son poquitos, intentando imponer criterios, ideas, pensamientos, comportamientos y todo lo que signifique control social y si se puede, también político.
Desde el poder del siglo XXI, se vuelve a los mismos métodos de la Roma clásica, a saber, pan y circo. Ahora se trata de utilizar los medios digitales para atontar a la población, teniéndola totalmente enganchada, esclavizada o dependiente, sumando a la televisión, con esos programas basura, que más debían llamarse vacíos, porque no aportan nada, sino puro entretenimiento insustancial. Horas que se hurtan al tiempo en banalidades, para que, de esa manera, no se piense, ya que, para eso, bastaría más, están los líderes progres de turno que, se sienten en la obligación de practicar un paternalismo imprescindible, porque están convencidos que tienen una función histórica de redimir a la ciudadanía.
Con este panorama aparece la famosa frase, que se repite para todas las circunstancias, como el latiguillo, que permite cualquier acción política, social, económica o cultural. Detrás o delante de, “es lo que hay”, se puede anteponer o poner lo que se quiera, para justificar desde lo inexcusable, hasta lo indisculpable, pasando por lo inaceptable o aceptando lo imperdonable. Es un argumento líquido, como nuestra sociedad, que sirve de comodín, para diluir compromisos, dejar de cumplir promesas, justificar incumplimientos, mantener la mentira permanente y poner en primer plano, un relativismo empobrecedor.
Cuando denunciamos que la administración pública no sirve, se nos contesta que “es lo que hay”, que más no se puede hacer con los medios humanos y materiales con los que se cuenta. Si reclamamos, según la Normativa vigente, el cumplimiento de los plazos de resolución en las licencias de obras, nos responden que la complejidad jurídica y los informes sectoriales, impiden que sea todo el procedimiento más ágil o rápido y entonces te dicen muy serios, “es lo que hay”. Al exigir mayor celeridad en los proyectos de obras públicas, especialmente de carreteras, mayor licitación o adjudicación de obras, todo son problemas, porque los que estaban no habían hecho nada y los que están no pueden, porque hay que empezar de cero casi todo, asumiendo mucha paciencia, es decir, aguantarse en las colas unos cuantos años más, “es lo que hay”. Intentar sacar adelante proyectos millonarios de inversiones privadas, que traerían mucha riqueza social, es una quimera en nuestra isla, porque todo son problemas, no hay facilidades para que se implementen de manera ordenada, justa o adecuada, ya que los mismos de siempre, se encargarán de hacer la respectiva acampada, la repetida campaña publicitaria noista o reclamaciones en instancias europeas, para que no se puedan hacer aquí, pero si en otra isla, “es lo que hay”.
Hay que rebelarse, no dejando que unos pocos, llenos de egocentrismo y soberbia, de todos conocidos, sigan entorpeciendo lo que Tenerife necesita o demanda. Ya está bien de tanto dirigismo populista, demagogia trasnochada o patriotismo de cartón. Hay algunos representantes políticos tinerfeños, que habría que dedicarles ya, urgentemente y en vida, una calle o hacerle un monumento o en la Plaza del Adelantado en La Laguna o enfrente del Cabildo en Santa Cruz, para conseguir que, creyéndose ya próceres de la isla, dejen de jeringar de una vez por todas.
Imagen de archivo: Óscar Izquierdo, presidente de FEPECO