24.03.2024 | Redacción | Opinión
No puedo con ella. Lo siento. No quiero mentir. Confieso que no lo siento. Es más… me revienta. Y soy consciente y consentidor de tales efectos. Si hiciera aquí un punto y aparte o un punto y final sería un acertijo, un cuento “cortaciano” o un desahogo. Podría ser el encabezado de una carta en la que abrirse en canal o un canal para captar la atención. La suya. Al final… escribo para usted. Para mí. Para los dos. Para quien lo quiera.
Contar ovejas, oficialmente, ya no funciona. Lo han descatalogado como somnífero. Hago como si voy en el coche y conduzco dando vueltas a la plaza del candidato. Del candidato o de la candidata ideal. Un hombre o una mujer formal. No tiene por qué ser necesariamente serio ni estirado ni soberbio. No, por Dios. Pero sí trabajador, amable, honrado, educado, listo y amante de la cultura y las buenas formas. A la segunda vuelta me he dormido. Es como si me hubiera metido de lleno en la calle Melancolía. Como si el vecino del 7 hubiera pillado al fin el escurridizo tranvía. Sueños al fin y al cabo.
Y sigo soñando en el camino hacia el barrio. Al de la Alegría. Y vuelve entonces el político o la política que quiero. Una persona con cristalinos principios éticos. Con vocación de servicio, cercana y comprensiva con los vecinos. Una buena persona que vive entre paredes de cristal. Nadie puede ser bueno en lo suyo si no es buena persona. No hay discusión.
Y continúo al volante buscando al prototipo. La persona digna. Con argumentos más que con improperios. Respetuosa con el contrincante y especialmente con nosotros. Con el pueblo. Capaz de hablar claro. Pensar alto y sentir hondo. Una persona de arraigados principios. Principios democráticos. Todo lo contrario del político vulgar, ese que busca el éxito inmediato y que defiende intereses egoístas o inmorales. Doy vueltas y vueltas –ya en mi sueño- buscando a esa persona prudente, decidida, innovadora y solvente. Un ser humano –hombre o mujer- pero buen humano. Esa mujer o ese hombre honrados y competentes.
Y, al aparcar. Ya casi en casa, tras buscar y rebuscar con la lámpara de Diógenes, recuerdo aquella frase de Felipe González, lo de “aquel que solo vale para ser político, posiblemente no sirva ni para eso”. Suena la radio del despertador.
A ella le gusta hacer gracias que son desprecios. Su expresión de “me gusta la fruta” ha sido celebrada por sus fans - ella no tiene votantes, tiene fans- exhibiendo pancartas y vistiendo camisetas con el insulto camuflado. Y como hay gente que le ríe las gracias, pues sigue con esa forma tan “divertida” de hacer daño.
Jiménez Losantos –ojo al sujeto y al dato- dijo un día que la admiraba porque el odio le salía de forma espontánea y natural. No tenía que hacer ningún esfuerzo. Yo la veo como la encarnación de la derecha más cerril, tramposa y agresiva con quienes no piensan como ella.
Es llamativa la furia contra la corrupción del adversario y la facilidad con la que se sacude las acusaciones de enriquecimiento de sus familiares. Decir que no se pueden formular críticas contra los casos de enriquecimiento de su difunto padre, de su madre, de su hermano, de su exmarido y de su actual pareja es utilizar con descaro la ley del embudo.
Las explicaciones sobre los “protocolos de la vergüenza” en las residencias de ancianos han sido asquerosas e irritantes. Decir que hubieran muerto igual si hubieran sido trasladados a un hospital es una burla. Ocultar los informes de la policía sobre la situación de las residencias es una falta de transparencia inadmisible.
Sinceramente, creo que “el éxito” conseguido en su pulso con Pablo Casado, su fácil acceso a la presidencia del partido en Madrid y, por supuesto, las elecciones ganadas por mayoría absoluta se le han subido a la cabeza y se siente impune. Claro que es libre para meterse en esa cama. El problema es con quién. Y quién es quién.
Feliz domingo.
PD. Cuarenta y seis años son muy pocos para irse. Querido Jorgín, un beso al cielo mi niño. La carretera no tiene corazón. Tú ya tampoco porque lo has regalado. Como todo lo que podía mejorar vidas. Familia generosa que llora destrozada tu marcha sin avisar. Tu familia que es la mía. DEP