01.06.2019 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
No descubro nada nuevo si digo que la vida en Nepal no en nada fácil para las personas que viven allí. Eso, unido a la distintas y múltiples castas, hacen que la vida de miles de personas se un verdadero infierno. Es por ello, que son muchas y distintas las situaciones dramáticas que se vive en el día a día en el país nepalí, especialmente en aquellos jóvenes que buscan una nueva vida, un nuevo futuro.
Cada año cientos de padres nepalíes venden a sus hijos al circo, pensando que les están dando una oportunidad y un futuro. Por apenas 30 dólares, los niños abandonan su poblado, sumido en la pobreza, para viajar a la India y acabar siendo esclavos del circo. Allí, serán explotados, sometidos a abusos físicos y sexuales y su vida se convertirá en un verdadero infierno. Cuando crezcan, las niñas serán repartidas entre los feriantes como mujeres objeto; los niños, al perder su flexibilidad, serán abandonados en cualquier moribunda calle de la pobre India, donde no conseguirán adaptarse a una nueva vida al no conocer otro oficio que el del circo. Así de simple, así de duro.
Por suerte, siempre, ante las situaciones más desoladoras de la vida, hay personas al otro lado de la balanza. Philip Holmes, antiguo teniente coronel del Ejército inglés, lo dejó todo por embarcase en esta causa. Su fundación, The Esther Bejamin Trust, ha rescatado ya a cientos de niños que fueron vendidos en su día a los feriantes. La ONG trata de dar una nueva infancia a todos esos niños que, por avatares del destino, se encuentran sin presente y sin futuro, olvidados por el mundo.
Más de treinta grandes circos esclavizaban a más de un millar de pequeños, sin que las autoridades indias pongan fin al drama. Los circos viajan a lo largo del país cambiando continuamente de nombre, obligando a los niños a prostituirse para incrementar los beneficios. Adiestrados a base de palizas, los pequeños consiguen finalmente aprender los contorsionismos más extremos y los malabarismos más arriesgados. Muchos de ellos, tras años forzando su cuerpo hasta la extenuación, acaban lisiados mendigando por alguna calle del Tercer Mundo.
Esther Bejamin Trust saca cada año a unos 100 niños del infierno. Philip organiza constantemente redadas, junto a un equipo de voluntarios y policías. Hasta la fecha, la ONG ha conseguido meter en la cárcel a quince traficantes. Desgraciadamente, el tráfico se ha intensificado y están surgiendo nuevas rutas en dirección al continente negro.
Una vez los niños son rescatados, aquellos que están indocumentados, son llevados al centro de acogida de Philip Holmes en Katmandú. Allí, los niños pasan por una larga recuperación, debido a los trastornos y traumas sufridos por su trágica experiencia. Al carecer de documentación, es casi imposible localizar a sus familias. La inseguridad, el miedo, el rechazo, las pesadillas les acompañan a lo largo de su rehabilitación. Muchos de ellos no consiguen levantar cabeza nunca.
La labor que hace Esther Benjamin Trust es trascendental para miles de niños que se encuentran sin pasado, presente ni futuro. Por ello, Fabián C. Barrio agradece de corazón a Mutua Madrileña que "desde principio confiaran en la viabilidad de la expedición y me apoyaran sin pestañear". El audaz motorista, que dejó todo hace unos años para viajar alrededor del orbe y descubrirse a sí mismo, nos confiesa que se juró desde el primer momento "ser permeable a las historias que me fuera contando la gente".
Nos reconoce que la historia de estos niños olvidados ha sido uno de los testimonios que más le impactaron en su vuelta al mundo, motivo por el que ahora se ha embarcado en esta noble expedición. "La India tiene veinte millones de niños que trabajan en las calles, medio millón de chiquillos que no tienen donde dormir. El 50 por ciento de los niños de este país son abusados sexualmente al menos una vez en su vida, denuncia con amargura Fabián. Datos más que suficientes por los que Occidente debe reflexionar.
A esta empresa se han sumado el motero y escritor Fabián C. Barrio. Sobre el terreno, tras recorrer la distancia desde Madrid a la India a lomos de su moto Durga, intenta localizar a niños esclavos y recopilar información. Tras el inicio desde España de la expedición SURAJ el pasado septiembre - un proyecto humanitario apoyado por Mutua Madrileña-, Fabián ha asistido ya a tres circos indios, "todos ellos en el norte del país". Como señala en declaraciones a Libertad Digital, "es difícil establecer una cifra concreta de niños esclavos, ya que, como puede imaginarse, no están a la vista".
Fabián alerta de que los circos que hasta el momento ha visitado tienen siempre "artistas nepalíes en sus números más arriesgados", debido a que "los indios ven a los nepalíes como sumamente exóticos". El motorista de la Mutua denuncia que ha tenido la ocasión de ver, en la ciudad de Calcuta, "escenas acrobáticas altamente dificultosas realizadas por niños de menos incluso de ocho años". Como se puede deducir, Fabián señala que "es imposible que un chico de 16 ó 18 años tenga la soltura, habilidad y musculatura que muestran los acróbatas que veo actuar, sin años y años de trabajo constante".
Qué puede hacer la gente desde su casa para colaborar con el proyecto SURAJ, le preguntamos al motorista. Él responde: "Difundirlo. Con eso hace más que suficiente. Las historias sólo existen cuando la gente sabe que ocurren". Así lo haremos.