06.07.2020 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
El pesimismo no es conveniente porque retrae cualquier acción a realizar, paralizando lo oportuno y desgastando fuerzas inútilmente. Pero tampoco hay que ser ingenuo y dejar pasar como si no sucedería nada, lo que está aconteciendo lamentablemente. La isla sigue desnortada, dicho con toda intención, ya que esa zona continúa abandona de la atención, tanto del Cabildo de Tenerife como del Gobierno de Canarias. Es una dinámica histórica que está llegando a cotas insostenibles. El problema no es de ahora, ni ha surgido repentinamente, es el resultado del olvido permanente desde hace décadas. Nadie se ha ocupado, a pesar de los continuos llamamientos de los alcaldes o alcaldesas de la zona, por solucionar la vertebración territorial que llevan exigiendo incansablemente. En concreto el noroeste, desde San Juan de La Rambla a Buenavista, sufre las consecuencias de la falta de conectividad viaria, un lastre que está repercutiendo en su calidad de vida y en un descenso alarmante del bienestar social. La inversión de la pirámide de población es preocupante, con un envejecimiento manifiesto, debido al abandono, sobre todo, del talento, es decir, de la gente joven, que sale buscando un porvenir, imposible de encontrar en la zona. Es un reflejo lamentable de la desidia de los que han tenido la responsabilidad y también hay que decirlo, la obligación olvidada, de cuidar los intereses de Tenerife.
Llevamos décadas, se dice pronto, reivindicando para la isla, carreteras seguras, eficientes, sostenibles. La respuesta ha sido oídos sordos, mirar para otro sitio, especialmente para la isla de enfrente, donde se han ejecutado con rapidez y solvencia todas aquellas infraestructuras viarias que necesitaban e incluso las que no eran perentorias. Allí todo se ha hecho, aquí no se ha movido nada. Era la paradoja de unos responsables públicos, que con la boca grande se presentaban como defensores de lo tinerfeño y después a la chita callando, se esforzaban por hacerse simpáticos en la otra isla, para encontrar un puñado de votos que siempre se les fueron de las manos, es decir, en los últimos treinta años, los distintos gobiernos de Canarias que hemos tenido en nuestra tierra se han volcado en implementar allí las carreteras suficientes, dejando nuestra isla desangelada, atascada, colapsada. Ha sido desvestir un santo para vestir otro, sumando en un sitio, restando en otro.
Ahora cambian los actores, pero se mantiene el mismo proceder. En un territorio como el canario, fragmentado en islas en el Atlántico medio, mantener el equilibrio es lo más saludable para una convivencia adecuada. No sólo entre las dos islas capitalinas, sino también, entre éstas y las demás. La composición de los órganos de gobierno, a todos los niveles, debería reflejar esa disparidad territorial, para salvar cualquier sospecha de liderazgo encubierto de una isla sobre las demás. En cambio, la actualidad refleja una oscilación preocupante en beneficio, una vez más, de la isla redonda, que lleva décadas aprovechándose de la indolencia de los políticos de aquí, por cierto, de todos los partidos políticos, incapaces de levantar la voz por Tenerife, amedrentados, miedosos, cobardes y en algún caso, traidores.
Tenerife tiene que ser atendida de acuerdo con su potencialidad territorial, económica y poblacional, nunca se debería olvidar que en Canarias existe la doble capitalidad y parece que ha habido o hay un interés político, en romper esa simetría. Lo más escandaloso, es que no pasa nada, se da todo como adecuado y se agacha la cabeza, por mantener algún puestito, prebenda económica o favor del poder. Ahora saldrán los puritanos que se escandalizarán diciendo que todo este razonamiento es un mensaje insularista, pero la verdad, es que es la pura realidad.
Imagen de archivo: ÓScar Izquierdo, presidente de FEPECO