El Teide, siempre El Teide...

15.05.2017. Redacción / Opinión

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com 

Los guanches, los aborígenes de Tenerife, ya tenían al Teide como una deidad, al que ciertamente temían, porque la población prehispánica de Canarias había conocido episodios eruptivos en diversas zonas de la geografía isleña y era consciente de los peligros que entrañaban la emisión de lavas y gases desde las entrañas de la tierra, en un región volcánica todavía activa como es este Archipiélago.

El Teide y Las Cañadas son un auténtico espectáculo de la Naturaleza. El estrato volcán canario es el edificio geológico más alto de todo el Océano Atlántico y la cumbre está situada, ni más ni menos, que a casi ocho kilómetros de altura del lecho marino, algo que es geomorfológicamente muy difícil de explicar, por su evidente complejidad.

Subir a las cumbres tinerfeñas es siempre una expriencia nueva, porque quienes lo visitan de forma reiterada siempre encontramos algún atractivo nuevo, dependiendo también de la época del año, porque el Teide y su entorno son tan bellos contemplarlos en un caluroso día veraniego, con sus espectaculares ortos y ocasos; o las epectaculares vistas equinocciales de otoño y primavera, sin excluir la impresionante estampa de un relieve cubierto totalmente por la nieve en fríos días invernales, siempre en torno a la Navidad isleña.

Estos días he subido nuevamente a las cumbres del circo de Las Cañadas (una enorme caldera geológica de hundimiento, que nos dejó como cerros testigo a los conocidos Roques de García, que dividen dicha caldera en dos, a los pies del gran volcán atlántico.

Esta vez opté por acceder al parque nacional (uno de los más  visitados del mundo, con cuatro millones de personas anuales) por la carretera TF-21, de La Orotava al Portillo de la Villa, con el fin de ver los tajinastes rojos y las retamas en flor, pero este año no ha sido bueno para la flora autóctona teideana, de tal forma que las colonias de los espigados tajinastes son escasos, debido seguramente a la sequía, circunstancia que también ha retrasado esta primavera el espendor floral de las retamas.

No estaría de más que, en este sentido, el Cabildo de Tenerife, que es ahora el máximo responsable de gestionar el Parque, se preocupase más por las labores de conservación de tan valiosa flora endémica, porque la degradación del medio está siendo patente, y ahí lo dejo, para que asuman su responsabilidad las autoridades competentes en la materia.

Aunque buena parte de la población tinerfeña esté en contra de la medida, soy partidario de que empecemos a cobrar a los turistas que quieren recorrer este incomparable marco natural, para revertir la recaudación que se obtuviese en labores de conservación y manteniemiento del medio ambiente de las incomparables pasiajes de nuestra Isla.

En otras Islas, como Lanzarote, el Cabildo Insular cobra por visitar sus espacios protegidos y sus lugares emblemáticos, como el Mirador del Río, el parque nacional de Timanfaya, la Cueva de los Verdes o la Casa-Museo de César Manrique. ¿Por qué no en Tenerife?

 

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