13.05.2020 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Estamos asistiendo a un continuo discurso negativo, por parte de algunos dirigentes políticos, empresariales o académicos, que de manera reiterada pronostican un futuro bastante siniestro. Parece que disfrutan dando malas noticias, regodeándose en aportar datos estadísticos negativos que, por casualidad, siempre coinciden con sus particulares ideas o intereses. Están creando un ambiente de verdadero temor en la población y sobre todo, inquietud en el tejido empresarial, aumentando su recelo ante posibles inversiones venideras. Creando, además, un agobio existencial en toda la sociedad, que no se entiende, si no es para aprovecharse de la situación y conseguir pingues beneficios, algún acomodo personal o por lo menos, revertir las pérdidas previsibles, a base de ayudas públicas, porque como dice el refranero español “el que no llora no mama”. Menos mal que suelen equivocarse con más frecuencia de lo que aciertan y eso da una pequeña confianza. Muchas veces, gracias a previsiones equivocadas, se ha adelantado, porque de los errores se aprende y se saca mucho provecho.
No hace falta mucha sabiduría para comprender que estamos ante una situación complicada, que no será fácil levantarnos y que costará muchos sacrificios y penas. Pero también es verdad, que hemos pasado históricamente por tesituras complejas y que hemos sabido vencerlas. Ahora también pasará lo mismo, ganaremos esta guerra, aunque perdamos algunas batallas. No se entiende que los intelectuales de la negatividad no mencionen la capacidad que en otras ocasiones se ha tenido para solventar coyunturas adversas. Sólo destacan lo peor y se olvidan de lo mejor. No es cuestión de ser benévolo, pero tampoco agorero. Habrá una merma evidente en el crecimiento económico, pero los pronósticos también tienen que contener las potencialidades a desarrollar. A pesar de las predicciones aciagas, lo más lógico es que después de un primer impacto nocivo, de carácter temporal, que se puede calcular en pocos meses, se proceda a reflotar la economía con un impulso suficiente.
Ya está bien de insuflar desánimo por doquier, en una espiral cada vez más tenebrosa. Estos profetas de la desesperanza están consiguiendo su objetivo, a saber, el derrumbamiento emocional de las personas, el desasosiego del tejido empresarial y la inconsistencia de los políticos a la hora de tomar decisiones. Pero, sobre todo, están inyectando miedo generalizado, que provoca indefensión, además de sumisión que, por cierto, puede ser lo que buscan.
Estamos convencidos, porque así es la naturaleza humana, que seremos capaces de avanzar, a lo mejor lentamente, pero seguro que dando pasos consistentes. Si llenamos el ambiente de congoja, sólo conseguiremos hundirnos cada vez más, como si estuviéramos en unas aguas movedizas. No hay que ser ingenuo, ni botarate, pero todos sabemos que nos esforzamos con más ahínco cuando lo que tenemos delante es más costoso, seguro que, de esta crisis, como ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad, sacaremos réditos y nuevas oportunidades, inventaremos, innovaremos, nos asombraremos de lo que somos capaces de conseguir, lográndolo con ímpetu.
Hacen un flaco favor los oscurantistas, que se escudan en estudios, datos e informes, para machacarnos todos los días con malas noticias, porque todos sabemos que generalmente, ese tipo de análisis llevan la subjetividad de quien los hace, los encarga o los paga. Sin dejar de reconocer que no va a ser fácil la reconstrucción, seguro que será mas llevadera de lo que pronostican los sesudos pesimistas. Hay un lema que se ha extendido durante todo el estado de alarma y en el confinamiento, que es muy ilustrativo, lo dice sencillo y claro: “lo conseguiremos”.