El pobre no tiene honor en la mesa del rico

13.10.2018. Redacción | Opinión

Por: Rafael J. Lutzardo Hernández

El mundo sigue avanzando a pasos agigantados. Incluso, adelantándose a su propio tiempo en el planeta tierra. La revolución de la tecnología, el capitalismo y consumismo, junto con los grandes poderes fácticos, motivan un desequilibrio mundial en todas las sociedades del mundo. Por si fuera poco, las castas religiosas generan aún más la pobreza en los países Tercer mundistas. Nada por descubrir: el capitalismo “produce” cada vez menos ricos más ricos, y pobres cada vez más pobres. Cuando  leemos este párrafo perdemos la perspectiva de lo que significan cifras tan groseras, inmediatamente miramos la vida cotidiana, los acontecimientos mundiales, vemos y sentimos nuestro país y podemos comenzar a asimilar el trago amargo de lo que provoca este sistema.

Las cifras son frías pero detrás de ellas están los pueblos, los números no muestran las causas, en todo caso son consecuencia de que algo no funciona para la gran mayoría de la población mundial.

“Ninguna sociedad [...] puede florecer ni ser feliz siendo la mayor parte de sus miembros pobres y miserables.”

El economista Adam Smith hizo esta declaración en el siglo XVIII. Muchos están convencidos de que la veracidad de estas palabras resulta aún más obvia en nuestros días. Cada vez es más marcado el contraste entre ricos y pobres. En las Filipinas, un tercio de la población subsiste con menos de un dólar al día, cantidad que con frecuencia se gana en cuestión de minutos en las naciones más ricas. El Informe sobre desarrollo humano 2002 de las Naciones Unidas revela que “los ingresos del 5% más rico del mundo son 114 veces mayores que los del 5% más pobre”.

Mientras algunos viven con relativa comodidad, millones de ocupantes ilegales levantan sus casuchas donde pueden. Otros no son tan afortunados; viven en la calle y solo tienen un trozo de cartón o de plástico donde acostarse. Muchos de ellos se ganan la vida a duras penas haciendo cualquier cosa: hurgando en los vertederos de basura, cargando pesados bultos o recogiendo en carritos todo lo que sea reciclable.

La desigualdad entre ricos y pobres no es exclusiva de los países en vías de desarrollo. Como declara el Banco Mundial, “los ‘focos de pobreza’ son comunes en todos los países”. Desde Bangladesh hasta Estados Unidos, sin importar lo acaudalados que sean algunos, hay quienes tienen que luchar para conseguir suficiente comida o un techo bajo el cual cobijarse.

Según The New York Times, un informe del año 2001 realizado por la Oficina del Censo de Estados Unidos indicaba que la brecha entre ricos y pobres en dicho país no ha dejado de aumentar. Decía: “La quinta parte más rica de la población cobró el 50% del total de los ingresos familiares del año pasado. [...] La quinta parte más pobre recibió el 3,5%”. La situación es igual o peor en multitud de otros países. Un informe del Banco Mundial mostraba que un 57% de la población mundial sobrevive con menos de 2 dólares al día.

Por si esto no fuera suficiente, en el año 2002, las noticias de ejecutivos enriquecidos en dudosas circunstancias provocó la indignación de millones de personas. Aun en el caso de que no hubiesen realizado ninguna operación claramente ilegal, a muchos les ha dado la impresión de que estos directivos empresariales, como expresó la revista Fortune, “se estaban haciendo inmensa, extraordinaria y escandalosamente ricos”. En el contexto de lo que está ocurriendo en el mundo, algunos se preguntan cómo se justifica que haya quienes ganen cantidades tan exageradas de dinero, cientos de millones de dólares en algunos casos, cuando tantas personas viven en la miseria.

¿Seguirá habiendo pobreza siempre? Con esto no se pretende decir que no haya nadie intentando solucionar la desesperada situación de los pobres. Es cierto que funcionarios bienintencionados y organizaciones de ayuda han propuesto algunos cambios. No obstante, los datos siguen siendo desalentadores. A pesar de los numerosos y encomiables intentos de lograr una mejoría, el Informe sobre desarrollo humano 2002 admite: “Actualmente, muchos países son más pobres que hace 10, 20 y, en algunos casos, 30 años”. Lo que está claro es que el pobre no tiene honor en la mesa del rico.

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