22.10.2017. Redacción / Opinión.
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Como ustedes saben, desde que entraron en circulación, los billetes de 500 euros, de color violeta, son conocidos popularmente con el nombre de "bin laden", ingeniosa denominación que alguien inventó por su similitud con el tristemente famoso terrorista fallecido, fundador del IS (Estado Islámico), porque como a él, a los billetes grandes casi nadie los ha visto, aunque sepamos que existen.
Creo que el Banco Central Europeo ya no los va a emitir ya y ha dado instrucciones a las imprentas de las fábricas de moneda y timbre de los países de la Unión que no los impriman más, porque parece que su uso está estrechamente relacionada con el tráfico de dinero negro, la evasión de capitales y los depósitos en bancos suizos y en paraísos fiscales de diversas partes del mundo.
Si no recuerdo mal, he tenido una vez en mis manos un par de "violetas", que duraron en mi poder lo que un caramelo a la puerta de un colegio, entre otras cosas porque con el importe de mi pensión no tengo capacidad alguna para coleccionarlos y además esa manía avariciosa de esconderlos debajo del colchón no va conmigo.
La aparición de los billetes violetas en el mercado ha dado pie a numerosas historias y leyendas urbanas, pero no me voy a ocupar de esos cuentos, sino de un hecho real, ocurrido en Ginebra el pasado mes de mayo.
Por lo visto, tres señoras de porte elegante llegan a la mencionada ciudad helvética en un avión de "Iberia" procedentes de Madrid y nada más llegar al aeropuerto se dirigen a la sede de la USB (Unión de Bancos Suizos), donde piden acceder a la cámara acorazada donde una de ellas tiene guardado un millón de euros en billetes de 500.
Tras retirar el dinero y meterlos en los bolsos, las tres damas se dirigen a los baños del edificio y, durante un buen rato, se dedican a tirar los billetes por el inodoro, hasta que consiguen tupir los desagües y luego se marchan de la entidad bancaria como si nada hubiese ocurrido.
Los empleados del banco, cuando se percatan del hecho, ponen el hecho en conocimiento de la policía helvética, que ahora investiga las causas que provocaron la insólita decision de estas tres mujeres de nacionalidad española, que regresaron ese mismo día a Madrid.
Los investigadores creen que las autoras de este extraño caso actuaron de esta forma por una venganza personal o por evitar posteriores discusiones familiares sobre la existencia de este pequeño tesoro monetario, pero nadie a ciencia cierta sabe por qué decidieron tirar por el water un millón de euros.
Y lo más curioso del caso es que un abogado madrileño se puso en contacto con los responsables de la banca suiza y pagó los desperfectos ocasionados por este trío de damas al tupir los desagües de los servicios de la entidad. ¡Qué suceso tan extraño¡ ¿No creen?