24.08.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Por lo menos en la zona de La Laguna donde yo resido, en contra de lo que afirma el título de aquella famosa película norteamericana que se tituló "El cartero siempre llama dos veces" (y de la que se hizo años más tarde un remake), los encargados del servicio postal no sólo no llaman a tu puerta dos veces, sino ninguna, y se limitan a poner un impreso de aviso de llegada de una correspondencia certificada o de un burofax, porque ni se molestan en saber si uno se encuentra en su domicilio.
Ya me ha pasado esto en, al menos, tres ocasiones este año, y por dos veces he puesto la correspondiente reclamación en el departamento de reparto de la Oficina de Correos de la Plaza de Santo Domingo, sin obtener una respuesta de tan deficiente servicio.
El hecho de que el cartero no toque en tu casa, porque no le apetece, conlleva los suficientes inconvenientes como para que haga público este comentario. En primer lugar, no puedes saber qué contiene el sobre no entregado en tiempo y forma, y además te obligan a desplazarte hasta la central de Correos, a partir del día siguiente al aviso, con lo que tienes que desplazarte andando a esas dependencias o coger el automóvil y buscar un aparcamiento de pago en las inmediaciones, una pérdida de tiempo y un gasto de dinero innecesarios, si el responsable de entregarte una carta lo hubiera hecho de manera adecuada.
En todas las ocasiones en que me han dejado el impreso en el buzón, en todas sin excepción, me encontraba en mi casa a la hora y fecha que indica en el aviso el repartidor. Y no solo no tocaron en la puerta de acceso a mi vivienda, sino tampoco en el portero electrónico que está en la entrada de mi edificio.
Una vez una cartera sí me tocó en la puerta parta decirme que cuando ella vino yo no estaba (debe ser adivina) y en la más reciente ocasión me llamó por teléfono un cartero eventual, con la intención de justificarse, porque "en su edificio hay muchas viviendas y no están numeradas por orden". Fíjate tú.
Que aprendan del excelente y eficaz servicio de Correos del Reino Unido, en cuya capital, Londres, con diez millones de habitantes, no hay ni una queja del reparto postal a domicilio.
¡Qué pena de país¡ Al nuestro, me refiero.