El cáncamo del diputado

17.06.2020 | Redacción | Opinión

Por: Óscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

El Diccionario básico de canarismos de la Academia Canaria de la Lengua tiene una entrada para la palabra cáncamo, a saber, obra o trabajo poco importante que le surge esporádicamente a un profesional, al margen de su actividad regular. Esto que suele estar muy arraigado en la cultura popular como normal, además de contar con significativa comprensión, lleva a que se le tolere socialmente como un mal menor, para solucionar una situación apurada de una persona o un núcleo familiar. Es lo que se llama técnicamente economía sumergida, que tanto daño hace a la vertebración social o económica, impidiendo allí donde tiene expansión, la creación de empleo y poniendo en peligro la estabilidad de las pymes, microempresas o autónomos. Amparándose en esas circunstancias especiales y no cabe duda, dramáticas en algunas ocasiones, que ciertamente se dan en casos muy concretos y limitados, hay listillos que se suman al carro de la ilegalidad, para sacar pingues beneficios, sin aportar nada en su insolidario actuar. Estableciéndose permanentemente en el limbo laboral, mientras miles de autónomos o pymes legales, hacen sacrificios diarios con esfuerzos abrumadores y desde luego, bastante abnegados para mantenerse a flote en un mundo eminentemente competitivo y exigente. En cambio, otros, viviendo del cuento, practican a diario el cáncamo, haciéndoles una competencia desleal, siendo insolidarios con el resto de los trabajadores, impidiendo la creación de empleo y provocando una quiebra en el mantenimiento del tejido empresarial local. Es una verdadera lacra que enferma a la sociedad, aceptando lo injusto como oportuno.

El populismo se caracteriza por decir lo que una parte del pueblo quiere escuchar, da lo mismo si es legal o entra dentro de la esfera de lo ilícito, se trata de intentar conquistar a la gente con discursos facilones, cercanos y demagógicos, que no es sino una práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular. Es una preocupante degeneración de la democracia que, sirviéndose de ella, consiste en que políticos avispados e interesados, traten de conseguir o mantener el poder, a base de concesiones y halagos a los sentimientos elementales de las personas. El resultado es sabido por las experiencias sufridas en algunos países, especialmente en Latinoamérica, que han quedado devastados, después de una etapa gobernados por algún sátrapa populista, que sólo ha llevado indigencia, hambre, discordia, división o pobreza, porque lo único que verdaderamente aumenta en un régimen populista, es la riqueza de la camarilla gobernante y los pobres que se multiplican exponencialmente de manera significativa.

Un diputado tinerfeño, arropado en el color morado que identifica a su partido político, que parece que le da alas para decir o hacer lo que quiera sin encomendarse a nadie, ni siquiera al Estado social y democrático de Derecho en el que vivimos, en un discurso ya repetitivo, vuelve a defender lo indefendible y lo que es peor, en sede parlamentaria, al amparar la profesión del cáncamo en la economía informal como él mismo manifiesta. Haciendo un canto épico del que se dedica al cancamito, a todas luces inoportuno e inconveniente. Para justificarse se apresura a decir que lo que dice no es demagogia. Pues si no lo es, se le parece mucho, porque son cantos de sirena, para aparentar como el más guay, el más bueno, el comprensivo, cercano o como se dice en Ofra, el más chachi del lugar. Pero, aunque no se dé cuenta, es la manifestación del populismo en su fase extravagante o, mejor dicho, folclórica. No es de recibo, que se utilice un cargo público, para alentar lo que a todas luces hay que combatir desde la responsabilidad social, entre otras cosas, porque es una ilegalidad. Recuerda al vídeo de Hugo Chávez, el anterior mandatario venezolano, donde se le ve caminando por una avenida, rodeado de sus acólitos y señalando por doquier, edificaciones, casas o comercios y diciendo exprópiese. Todo un espectáculo vergonzoso de la utilización totalitaria del poder, fuera de todo control judicial o legislativo. Como los populistas de siempre, diciendo una cosa y haciendo otra. No es tolerable que lo que está mal, se justifique por cuestiones ideológicas. También es entendible su comprensión a la ilegalidad, cuando en nuestro país se ha hecho famosa la frase de “hacer un echenique” cuando se va a ejecutar un cáncamito. Claro que cuando se mira todo con gafas con cristales morados, no se ve la realidad, sino lo que se quiere ver interesadamente desde esa única óptica omnicomprensiva y del pensamiento único. Se hace un flaco favor a las personas en particular y a la sociedad en general, defendiendo el cáncamo informal, porque lo que hay que potenciar es el trabajo con dignidad.

Imagen de archivo: Óscar Izquierdo, presidente de FEDECO | CEDIDA

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