El avión, el escupitajo y las payasadas parlamentarias

27.11.2018. Redacción | Opinión

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com

En cierta ocasión, hace ya muchos años, fui testigo de cómo el entonces presidente del Cabildo de Tenerife, José Miguel Galván Bello, le decía al consejero insular socialista Antonio Martinón Cejas --hoy rector magnífico, que no magnífico rector, de la Universidad de La Laguna-- que era un buen político pero que tenía un gran defecto y ese no era otro que el de darle mucha importancia a las pequeñas cosas.

No sé si, al cabo del tiempo, tendría razón el difunto lord Chasna, pero sí es cierto que en este país, por regla general, a la generalidad le pasa lo mismo, que se fija en detalles que no tienen una importancia trascendental y, por el contrario, pasa de largo sobre asuntos graves que afectan a la patria y a la sociedad entera.

[Y no me da grima por escribir la palabra patria, que parece un vocablo que solo pronuncian los extremistas de la derecha].

Aquí, en esta España nuestra, se le da más importancia a un supuesto escupitajo lanzado por un diputado de ERC (los republicanos catalanistas) al ministro de Exteriores, José Borrell en el Congreso de los Diputados que a todo el proceso independentista de unos locos delincuentes de una región española, algunos de los cuales llevan un largo tiempo en el extranjero, prófugos de la Justicia.

O cómo nos fijamos en las veces que el presidente del Gobierno usa --y tal vez, abusa-- los aviones de la Fuerza Aérea para desplazarse a algunos sitios dentro del territorio nacional, habiendo otros medios de transporte alternativos, y no nos preocupamos por el asunto de Gibraltar, de mucha mayor trascendencia.

Igual sucede con las payasadas de algunos diputados de ERC o de Podemos en el Parlamento, con el beso "a la rusa" de Torrent e Iglesias, el bebé de la Bescansa o los insultos del tal Rufián. Eso son simples anécdotas al lado de las miles de personas que no tienen recursos suficientes en España y no tienen dinero ni para encender la calefacción...

Un país surrealista, sin duda. ¿O no?

Imagen: elperiodico.com
Paco Pérez

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