13.03.2017. Redacción.
Por: Grego Calzadilla.
¿Cuántas veces perdemos el tiempo planeando la cita perfecta, el trabajo perfecto, las vacaciones perfectas, la pareja perfecta, el beso perfecto, el momento perfecto?...
No nos damos cuenta de que la perfección sólo está en nuestra mente y es una ilusión que únicamente nos sirve de excusa para posponer continuamente las magníficas oportunidades que la vida nos ofrece.
"SÓLO NOS DAMOS CUENTA DEL VERDADERO VALOR DE LOS MOMENTOS CUANDO YA SE HAN CONVERTIDO EN RECUERDOS, CUANDO YA ES DEMASIADO TARDE". Tenlo bien presente, siempre, querido amig@.
Si nos encontráramos presentes de verdad en el aquí y el ahora, viviéndolo, en toda su intensidad y plenitud, seríamos absolutamente conscientes de que la gran perfección que tanto anhelamos experimentar se encuentra aquí mismo delante de nosotros, en ese justo instante, en ese lugar, con esa persona… brillando con toda su intensidad y belleza.
Si estuviésemos presentes con los cinco sentidos, sin temores, sin excusas, sin dolorosas cicatrices del pasado… podríamos saber con exactitud todo lo que nos estamos perdiendo, y también que se desvanecerá para siempre en las nubes del recuerdo sin haberlo disfrutado ni saboreado intensamente, si no lo agarramos con fuerza y valentía.
Lo único que nos quedará luego será la aflicción y la amarga sensación de no haber podido aprovecharlo ni valorarlo como es debido cuando tuvimos la oportunidad.
También, por otro lado, nuestro atormentado y manipulador Ego nos hará creer que ese insignificante instante vivido de manera rutinaria y habitual tampoco tiene tanto valor...
Te susurrara al oído: ¡Por favor, tampoco es para tanto, SI SÓLO ES UN INSIGNIFICANTE MOMENTO¡
Sólo se trata de una simple conversación, de una simple cita, de un simple encuentro sin importancia con el amigo de siempre, con tu pareja de siempre, con tus padres de siempre, con tus hijos de siempre, con tu
mascota de siempre, en tu casa de siempre, con tu familia y tu entorno de siempre…
Pero los padres fallecen, las mascotas mueren, los amigos se pierden, los hijos crecen y se independizan, las relaciones se terminan, las familias se disgregan, los años se esfuman y la vida se marchita…
¡Todo cambia y nada ni nadie permanece para siempre¡ Es unas de las leyes fundamentales que rigen el Universo, la ley del Cambio y Evolución.
¿Por lo tanto, quieres saber pues, con exactitud, el justo y verdadero valor de ese instante que dejas escurrir entre los dedos de tus manos sin darle la mínima importancia?
¡Haz la prueba…¡
Imagínalo que ha sucedido diez años atrás, y que ya no tienes delante de ti a esa persona, a ese amigo del alma con quien discutes a menudo, a ese desfasado y anticuado padre, o a ese impertinente y caprichoso hijo adolescente que te hace enojar continuamente. Que ya no posees esa mascota que te ensucia tu alfombra nueva y muerde tus zapatos. Que ya no te encuentras en ese lugar que tanto odias y del que estás deseando marcharte, o ya no disfrutas de esas aburridas vacaciones con tu pareja y tu familia de las que tanto te quejas.
El tiempo tiene la gran facultad de curarlo todo, pero también de dar el justo valor a las personas y las cosas cuando ya no las tenemos.
Vive cada día y cada momento de manera intensa y plena, como si fuera el último de tu vida, como si no volvieras a ver nunca más a esa persona, como si no fueras a jugar nunca más con tu mascota; como si todo lo que tienes, das por sentado y disfrutas cada día, fuera a desaparecer mañana mismo.
Saborea cada abrazo rutinario que das a tu madre, a tu padre, a tus hijos, a tu pareja, a tu mejor amigo. Atesora cada beso que depositen en tu frente, en tu mejilla o en tus labios, como si nunca más se repitiera.
Siéntelo de verdad, con toda la fuerza de tu alma, con la plenitud de tu Ser... para que cuando hayan pasado esos diez años y lo rememores con nostalgia, no te invada la pena y la tristeza de quien se siente despojado de un tesoro que se le proporcionó y no pudo, ni supo valorar; sino la dicha, la felicidad y la satisfacción de saber que has vivido intensa y plenamente cada uno de esos irrepetibles momentos de la vida, que nuestro buen padre Creador ha sabido brindarte y proporcionarte de manera generosa y grata con toda la bondad de su amoroso corazón.