07.11.2019 | Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Como todos sabemos, desde el año 2002 desapareció la peseta y fue sustituida, como moneda oficial, por el euro, como sucedió en casi todos los países que pertenecían a la Unión Europea en aquel entonces, hace ya diecisiete años.
A pesar del tiempo transcurrido, he de confesarles que todavía, en muchas ocasiones, cuando voy a comprar algo, convierto la cantidad de euros en pesetas y la mayoría de las veces no oculto mi asombro, porque la entrada de la moneda única en nuestro país y, especialmente en Canarias, supuso un sobrecoste añadido a muchos productos de consumo y de primera necesidad, aunque voces interesadas lo negasen de manera reiterada y engañosa.
De hecho, un café, que valía ochenta pesetas, pasó de un día para otro a costar el doble en cualquier bar; y una caña de cerveza, que valía 75 pesetas, se vendía al día siguiente por un euro, más del doble.
En una visita a Praga, hace unos años, un comerciante local que entendía y hablaba muy bien el castellano, se sorprendió cuando le comenté a mi mujer el precio de un determinado artículo en pesetas, y me contestó: "olvídese usted de sus antiguas monedas y piense en euros solamente, a nosotros los checos nos va a pasar lo mismo dentro de poco...". El hombre, como es lógico, quería vender y no le gustó mucho que uno hiciera sus cuentas "a la antigua".
Mis cuatro abuelos nacieron en la segunda mitad del siglo XIX. No conocí a los paternos, los dos laguneros de nacimiento, porque fallecieron en la guerra civil (él, Ramón Pérez) y en la posguerra (ella, Rosario Pestano). Si tuve la suerte de conocer a los maternos, Ascensio González, natural de Huelva, donde vino al mundo en 1892, y Purificación López, que nació en Valencia en 1884.
Mis abuelos paternos murieron en torno a los sesenta años de edad, mientras que los maternos fallecieron en edades avanzadas, él con ochenta años y ella con 93, ya en los años setenta del siglo XX.
Vine todo esto a cuento para explicarles que Ascensio y Pura, cuando hablaban de dinero, decían cantidades en reales y en duros y para ellos las pesetas eran secundarias, no así las perras gordas y las perras chicas, ni los céntimos. Algo que no dejar de ser compresible, aunque ciertamente curioso, porque las propiedades inmobiliarias ellos las calculaban en duros y para las compras más habituales hacían sus cuentas en reales, que tenían un valor de 0,25 pesetas, es decir, la peseta valía cuatro reales.
No sé si el euro durará mucho, pero para mí la desaparición de la "rubia" y de los billetes de cinco y diez mil pesetas me dejaron descolocado y tardé bastante tiempo en acostumbrarme a la moneda única de la UE. Será que soy muy torpe, pero yo de niño compraba pastillas y caramelos de perra chica en el carrito de la Plaza de la Catedral de La Laguna... y me hartaba de golosinas con tres o cuatro pesetillas. En fin, y la vida cada vez más cara. ¿O no?