16.08.2019 | Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
El sacerdote güimarero Domingo Pérez Cáceres fue uno de los bispos más destacados en la historia de las Islas Canarias, siendo conocido por sus ayudas a la gente más necesitada, por su mediación ante las autoridades franquistas con los represaliados políticos y por su destacado papel en la Iglesia de la Diócesis Nivariense.
Don Domingo Pérez Cáceres nació el 10 de noviembre de 1892 en Güímar en la casa familiar llamada Del Buen Retiro. Era hijo de Don Domingo Pérez Fariña y de Doña Juana Cáceres Romero (que nació en Caracas aunque era de ascendencia tinerfeña). Fue bautizado en la iglesia de San Pedro Apóstol,por don Jerónimo Padilla Morales, cura de la parroquia. En el bautismo se le pusieron los nombres de Andrés Avelino Domingo.
El 22 de Septiembre de 1918 recibió de manos del obispo doctor Rey Redondo la Orden Sacerdotal. Ante la labor desarrollada en su municipio , como coadjutor en San Pedro, se le nombró hijo adoptivo y se le dio su nombre a una calle.
Durante la epidemia de gripe que azotó Tenerife en 1919 repartió su patrimonio personal entre los pobres y enfermos. La corporación municipal güimarera en agradecimiento por su actitud le nombró hijo predilecto y le dio su nombre a la principal calle de la Villa. Fue arcipreste del distrito de Güímar, examinador prosinodal y Párroco consultor.
Pérez Cáceres fue un cura del pueblo, que dio todo lo que tenía a los necesitados. Se decía que fue un Obispo que nació pobre, vivió como cualquier ciudadano más y murió pobre. Siempre estuvo al lado de los necesitados. El obispado siempre estuvo abierto a todos aquellos que lo necesitasen. Destacaba su humildad y bondad. Fue un hombre sencillo, solía salir a pasear por La Laguna, aprovechando para saludar y charlar con los vecinos. Cuando estaba en la casa de Tertulias de Don Víctor Núñez, siempre encontraba frases de disculpa para los errores y faltas ajenas que salían en las charlas de los asistentes. El se consideraba incluso después de ser ordenado Obispo como el párroco de Güímar que fue.
En la época dura de la historia de España ayudó a los perseguido y a los condenados, trataba tanto con creyentes como con ateos o masones. Hizo muchas actuaciones en defensa de gentes con problemas con la justicia.
Siempre que podía utilizaba el transporte público, ya fuera el tranvía, la guagua, El barco para ir a la península e incluso el tren de Cádiz a Madrid.
Promovió que se pudiesen celebrar los carnavales en Tenerife aunque con el nombre de “Fiestas de Invierno”. También impulsó la Romería de San Benito.
En definitiva era una persona que no puso barreras en ningún momento en toda su actividad eclesiástica. Tenía por costumbre acudir a todos los actos oficiales.
Fue una de las cuatro personas que en 1961 consiguieron que se siguieran celebrando los carnavales bajo la denominación de fiestas de invierno.
Murió en el Palacio Episcopal lagunero, en la Casa de Salazar de la calle de San Agustín el 1 de Agosto de 1961 a las 3 y media de la madrugada. Al atardecer salía su ataúd a hombros de gente del pueblo del Palacio Episcopal hacia la catedral donde se puso la capilla ardiente. Las calles estaban abarrotadas de gentes llegadas de todas partes de la isla. Por ella desfilaron millares de personas. Se recibieron centenares de telegramas y coronas de flores.
Las honras fúnebres se celebraron el jueves 3 de agosto de manos del obispo Dr. Pildain, que se desplazó desde Las Palmas. Desde la Catedral los restos mortales de Don Domingo se trasladaron a Güímar donde se rezó un responso, para posteriormente trasladarse a Candelaria donde recibieron sepultura en la Basílica de la Patrona de Canarias.
En la fotos adjuntas, un retrato del querido y recordado obispo, y una imagen de su entierro, con la comitiva fúnebre saliendo desde el final de Herradores, en la Laguna, lo que constituyó una gran manifestación de duelo y pesar popular.