Diuturno

04.07.2023 | Redacción | Opinión

Por: Óscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

La palabra con que titulamos este articulo significa “que dura o subsiste mucho tiempo”. Es una escasez, además de una característica lamentable, de los momentos que vivimos, donde casi todo se traduce en rapidez, inconsistencia, sociedad liquida, inmediatez y sobre todo, imposición del relativismo, como practica de vida, que se basa, en la teoría filosófica, que niega el carácter absoluto del conocimiento, al hacerlo depender del sujeto que conoce. Para decirlo con más claridad, no hay verdad, sino lo que cada cual entiende por ella, intentando implantarla, no sólo a los demás, de manera razonable, sino especialmente, forzarla sobre el resto de la sociedad. Así es complicado el diálogo, llegar a los acuerdos oportunos en cualquier asunto y desconocer lo que es o significa el consenso. Por lo cual, las continuas tribulaciones, sean del carácter que correspondan en todos los ambientes, eso da lo mismo, se aceptan con normalidad, incluso, en algunos casos se provocan artificialmente para que surjan, se mantengan y esté la gente ocupada en cuestiones insustanciales y no se reflexiona, sobre el daño que se está haciendo al conjunto societario, económico y también hay que decirlo, al prestigio de los políticos, que son, siempre, los peor valorados por los ciudadanos.

Charlie Chaplin, actor, cómico, compositor, productor, director y escritor británico, de todos suficientemente conocido, por su inteligencia artística, llegó a decir “no hay nada permanente en este malvado mundo. Ni siquiera nuestros problemas”, es verdad que los disgustos, junto a las preocupaciones, seguidas de contrariedades, que aumentan las dificultades, provocan contratiempos, suman inconvenientes, ponen obstáculos, con impedimentos o trabas, que todos padecemos, de alguna u otra forma a los largo de nuestra existencia, cuanto más rápido se solucionen mejor, porque, sin duda, hay que hacer todo lo posible para que, lo que nos incomoda, desde cualquier situación vivencial, sea lo más corto posible y ahuyentarlo de nuestro alrededor.

Pero si hay que conseguir mantener vigente, como algo vitalicio, una serie de principios y formas de ser, que nunca se deben perder. Uno de ellos, es el esfuerzo, como el empleo enérgico de la fuerza física y mental contra algún impulso o resistencia, que posibilite el empleo enérgico del vigor o actividad de ánimo para conseguir algo, venciendo las dificultades. Es decir, tener no junto a nosotros, sino dentro, el ánimo, vigor, brío y valor, para como se dice popularmente “comerse el mundo”. Las generaciones que nos han precedido saben mucho de ello y creo, sinceramente, que casi en la totalidad de las ocasiones, nuestros padres han sido el ejemplo y espejo donde mirarnos, aprender y seguir sus huellas.

Ahora no está de moda, se huye constantemente del afán, como ese deseo intenso o aspiración de algo. También, se detesta el ahínco, que es la eficacia, empeño o diligencia grande con que se hacen las cosas, tanto las importantes, como las menudas o que parecen intranscendentes, pero, que hay que hacerlas cotidianamente y bien. Ya si escribimos sacrificio, la misma palabra provoca hilaridad, con un rechazo absoluto. Es sencillamente y nada menos que el acto de abnegación, inspirado por la vehemencia, para conseguir lo que cada uno se propone, cueste lo que cueste. Entonces llegamos al empeño, caracterizado como ese tesón y constancia en seguir adelante a pesar de las dificultades.

Llegamos a donde queríamos, al trabajo, como resultado de una acción humana, enriquecedora, tanto personal, como socialmente. No sólo, como condición necesaria, para conseguir el salario o emolumento oportuno para subsistir, sino que primordialmente dignifica, dando sentido a la vida. Ahora todos los sectores económicos tenemos un problema común, que es la falta de personal preparado, formado y capacitado. Pero, paradójicamente, hay unas tasas de desempleo escandalosas. Algo no cuadra, el esfuerzo ha desaparecido del mapa.

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