22.03.2017. Redacción.
Por: Paco Pérez.
Mucho se ha hablado y se ha escrito sobre la edad de jubilación laboral en España en los últimos años, sobre todo a raíz de que en importantes empresas de la banca y los servicios se empezasen a jubilar a los sesenta años, e incluso antes, bajas voluntarias que eran incentivadas por las propias empresas, que llegaban a complementar la pensión hasta el cien por cien, hasta que el trabajador cumpliera los sesenta y cinco años de edad.
Hay muchas contradicciones sobre los retiros anticipados y fuertes críticas al retraso de la edad de jubilación, de manera progresiva, hasta los 67 años.
Creo que hay que diferenciar las profesiones y la edad de jubilación. No es conveniente que un miembro de la fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado "haga la calle" o que un oficial de la construcción esté en el tajo después de los sesenta años, entre otras cosas porque sus condiciones físicas no son acordes con los trabajos que pudieren desempeñar.
No obstante, hay otras profesiones que no exigen esfuerzo físico alguno y que pueden ser desempeñadas a edades más longevas, incluso por seres octo o nonagenarios, como puede ser el ejercicio de la docencia en las más diversas materias, incluyendo las ciencias de la salud y, por tanto, hasta dirigiendo operaciones quirúrgicas, enseñando a operar a médicos más jóvenes y con mucha menos experiencia profesional.
Pienso que se debe diferenciar la edad de jubilación según las dedicaciones laborales de cada individuo y, desde luego, es hasta lógico que se establezca una edad mínima para el retiro, pero ha de procurarse una legislación más laxa y permisiva con las personas que desean seguir trabajando, aunque sea parcialmente en lo que realmente han sabido hacer toda su vida.
Por ello mismo, me parece muy mal que a mí, como pensionista por invalidez, no se me permita, como periodista que soy y amante de las letras también, comercializar un libro de mi autoría o, simplemente, se me prohíba corregir unas pruebas tipográficas de cualquier publicación pendiente de publicarse. Sencillamente, no me parece justo, porque no es justo.
Todavía nos queda mucho que aprender en este sentido de numerosos países, entre otros los de habla inglesa, anglosajones que incentivan la experiencia profesional y que demuestran con hechos que el demonio sabe más por viejo que por demonio. No hay más que hacer una visita a la prestigiosa universidad norteamericana de Harvard. O asistir a una clase práctica de cirugía en un hospital universitario de Estados Unidos, Gran Bretaña o Canadá, por poner sólo tres ejemplos.
Ustedes tendrán su opinión al respecto, supongo