Dignidad

25.03.2023 | Redacción | Relato

Por: Jesica Delgado

Que tonta...te creía, y tragaba la saliva por no llorar. El desayuno a la cama te llevaba con una sonrisa apuñalada por detrás.

Ya sabía que coqueteabas con ella, y por eso discutíamos sin cesar por pavadas, había un incendio en la casa que amenazaba el hogar.

Yo había hecho de retazos un abrigo, me costaba tanto sonreír, disfrutar...confiar ese pequeño montoncito de nada al cual me había reducido la vida. No alcanza con ser bueno decía mi hermana. No puedo más me decía yo. Y a trabajar me iba sin desayunar, viajando infinitas horas, llegando cansada a trabajar, sintiendo pena por los niños de triste mendigar. Con mensajes que la rutina congelaba en textos electrónicos prederterminados. Mi cara cansada, mi ropa estropeada, mis sueños altísimos perdidos en las bóvedas de los edificios, limpiando espejos gigantes, absurda sentada en el inodoro que brillaba frío como yo. Y la odisea del regreso, que amarga noche porteña me devolvía a casa sin mejora, con la derrota en la sien, y un billete rezando 500 en el bolsillo, tu dignidad. Y si lo hubiese intuido, mentira, si hubiese creído en mi, yo te arrancaba de sus brazos justo antes, yo salvaba este corazón del abismo, yo te daba mi cuerpo en su lugar, yo te abría el ojo interior y te traía hasta el futuro. Aunque sea para que tengas la opción. De verme, desvelada por vos, con una encrucijada en el alma quemandome. Quiero dejar de existir. Todo está en jaque. Mis memorias tiemblan ensordecedoras de todo lo bello. Luchan mis manos para contener lo sano, la luz se desvanece y me hallo desnuda, siempre expuesta por creer en lo que no se ve.

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