Diego: Victima del genocidio franquista y del actual gobierno de Las Palmas de Gran Canaria.

06.02.2017. Redacción

Por: Marisa Ruiz Asencio

Diego solo tenía once años cuando el franquismo le arrebató a su padre, a uno de los seres más importantes de su vida y que recordaría día a día hasta cumplir los noventa y un años que tiene en la actualidad. El cuerpo del padre de Diego se halla, junto con otras víctimas del franquismo, en la fosa común del cementerio de Las Palmas de Gran Canaria y el gobierno existente de esta ciudad se niega, sin motivo alguno, a exhumar dicha fosa dando como resultado que ni Diego ni ninguna familia afectada puedan recuperar los restos de los suyos para brindarles algo de paz y ofrecerle la dignidad que merecen.

La muerte de un padre es uno de los acontecimientos más intensos y dolorosos que puede padecer un niño. Este hecho afecta a los hijos de múltiples formas: a través del proceso normativo del duelo, a través de la pérdida de una figura primaria de vínculo o de modelo de rol así como otra serie de patologías a medio y largo plazo que en la figura de Diego se han ido manifestando una y otra vez durante toda su vida. La ansiedad y la depresión que supone un suceso de este calibre se acentúa conforme la persona va creciendo y no llega a olvidarse jamás sobre todo si no es, como este caso, una muerte natural sino un asesinato a manos de monstruos desarmados bajo las órdenes de un genocida psicópata.

Un acontecimiento de tal magnitud para un niño de once años lo predispondrá a la cronicidad y el desarrollo de depresión en la edad adulta y si además se añaden estreses adicionales en periodos posteriores, por ejemplo que a día de hoy el ayuntamiento se salte la Ley de La memoria Histórica y niegue a Diego lo que, por ley, le corresponde, pues tiende a reforzar su desesperanza y un sentimiento de fracaso que lo hunde en la peor de las desdichas. La pérdida de un padre en un niño tan pequeño como era Diego pudo suponer la aparición de alteraciones psicológicas, tanto depresivas (llanto, tristeza, trastornos del sueño), ansiosas (miedos, ansiedad de separación) y alteraciones de conducta (inquietud, pesadumbre, inadaptación a la realidad); además, esta patología en la edad adulta siguiendo a la pérdida parental en la infancia se correlaciona con largos períodos de tristeza e incertidumbre que Diego ha experimentado y está experimentando gracias a las erróneas decisiones actuales del equipo de gobierno de Las Palmas por no acceder a lo que éste y muchas familias llevan solicitando desde hace más de veinte años.

Sentimientos de vacío, soledad, nostalgia, tristeza, y anhelo del padre fallecido son sensaciones que Diego lleva experimentando toda su vida y que se ven reforzadas con la actuación del equipo de gobierno canario de Las Palmas por no ceder a la recuperación de los restos de su padre para darle digna sepultura. Todos estos sentimientos podrían erradicarse, en mayor medida, si los pertenecientes al gobierno de esta ciudad pensaran en los suyos, en su gente, en su pueblo, en los que un día depositaron en ellos su confianza, en quien lleva toda su vida luchando a contracorriente por intentar dignificar a quien perdió la vida sin motivo alguno.

Con noventa y un años ya las lágrimas no mojan igual, su mundo se ha sumido en un silencio irreal y ensordecedor, la esperanza se ha convertido en la recreación de un sueño inalcanzable, los recuerdos son vagos y caminan por su mente como el parpadeo de un rayo en un oscura noche de tormenta y su vida ha sido el resultado de una batalla sin fin en la que espera no morir siendo vencido. El rostro de Diego refleja la desazón que le produce la certeza de hallarse ante quienes no quieren que obtenga lo que tanto su corazón anhela, ante los que con sus absurdas decisiones juegan el papel de ejecutores del mal, de encubridores de asesinos, de jueces incapaces de dictaminar un veredicto acorde con la desaparición del sufrimiento de Diego y de muchas familias. ¿Cuántas veces ha llorado Diego por su padre? ¿Cuántas veces llora por las determinaciones del ayuntamiento de Las Palmas? Muchas, ha llorado y llora muchas veces y llora de esa forma en la que te duele el pecho y la espalda como si entre el esternón y la columna vertebral existiese un vacío, una herida abierta, un corte en la pleura por donde se esfuma el aire y la vida; llora de esa forma en la que aliento da paso al dolor, un dolor que brota de un corazón roto y destrozado por las malas gestiones de aquellos que utilizan sus competencias para hacer de alguien un muerto en vida, para no conceder a una persona aquello que le ha supuesto mil batallas vitales dando lugar a una sola herida en el alma, una herida que parece imposible de curar.

Querido equipo de Gobierno Canario: ¿CUÁNTAS VECES MÁS QUIEREN QUE LLORE DIEGO?

 

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Marisa Ruiz Asensio

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