01.07.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
El otro día me comentaba un gran amigo mío que es médico, medio en broma medio en serio, que los ricos enferman menos porque comen mejor, productos de mayor calidad y tienen el suficiente poder adquisitivo para descartar el consumo de productos no muy recomendables para la salud.
Y no le falta razón al este querido galeno, que me ha reconocido que muchos de sus pacientes no pueden seguir sus consejos alimenticios porque realmente no disponen de los medios económicos necesarios para consumir determinados productos, por la única y sencilla razón de que los canarios vivimos en un archipiélago donde los sueldos son los más bajos de todo el país, si exceptuamos la region extremeña, donde aún son menores.
Por si ustedes no lo saben, amables lectores, desde hace algunos años se ha implantado una nueva moda en los Estados Unidos, donde a los más acaudalados norteamericanos les ha dado por comprar grandes extensiones de terreno y convertirse en agricultores y ganaderos ecológicos, para cultivar productos del campo y explotar diversos tipos de ganado de manera completamente natural, en esos latifundios, con el fin de destinar sus producciones al autoconsumo y evitar en lo posible alimentos adulterados, procesados industrialmente o con aditivos muy poco recomendables.
El dinero --como los pobres solemos decir siempre-- no da la felicidad, pero ciertamente ayuda a tener una mayor calidad de vida y los nuevos ricos del imperio de Occidente se han dado cuenta de que comer de una manera sana y natural, como hacían nuestros bisabuelos, no garantiza la eternidad de nadie, pero sí colabora --al menos en teoría-- en la obtención de un estado físico más sano y saludable.
Es el puto parné quien condiciona muchas veces la alimentación de una población, de una manera generalizada. Los acaudalados americanos del Norte han caído en la cuenta de que comer bien es uno de los secretos de la supuesta longevidad de la vida y, como tan poderoso caballero es don dinero, se han metido ahora a plantar genuinos productos agrarios de excelencia y a obtener producciones de origen animal de exquisita calidad.
En las casas de los ricos solo entran huevos camperos, leches sin aditivos; verduras, frutas y hortalizas sin abonos químicos artificiales y carnes de todo tipo sin hormonar ni procesar industrialmente.
El dinero no lo es todo en esta vida, pero está claro que ayuda, aunque pienso que todos tenemos un determinado destino desde antes de nacer... Y no es lo mismo hacer la travesía en un camarote de lujo que en la bodega de un buque.
Por si las moscas, estos grandes acaudalados saben lo que hacen. Porque tienen pasta para ello, evidentemente. Y eso.