Cuestión de actitud.

27.03.2017. Redacción / Opinión

Por: Presen Simón

Socióloga, mediadora y formadora

RMF 328 Dirección General de Relaciones con la Administración de Justicia

Comunidad Autónoma de Canarias

 

Stephen Covey, plantea que un 10% de nuestra vida está relacionado con lo que a uno le pasa, los eventos que nos suceden, mientras que el restante 90% está determinado por lo forma en que se reacciona a aquello que sucede.

Sobre ese 10% uno no tiene control, no se puede evitar que el coche se rompa o que el transporte se retrase; que nos sorprenda la lluvia o que el tráfico se agudice. El otro 90% es diferente y depende 100% de nosotros, ya que tiene que ver con cómo actuamos y con cómo nos tomamos todos esos obstáculos o eventualidades.

Pudiera parecer que este mensaje está ligado a la corriente de pensamiento positivo que inunda las redes con mensajes y frases de autoayuda del tipo: “querer es poder”; “todo llega, todo pasa y todo cambia”; “cuando las cosas vayan mal, no vayas con ellas”; “no hay nada imposible” o “imposible es lo que no se intenta”…y muchísimas otras que podrían hacer parecer unos inconscientes a quiénes asuman que todo lo que nos ocurre depende de elementos ajenos a nosotros y que, si escondemos la cabeza como los avestruces, todo pasará finalmente y llegarán tiempos y circunstancias mejores.

Lo cierto es que todas estas frases se sustentan sobre una base real que no es otra que la influencia de la mente sobre el cuerpo. Debemos tener en cuenta que una actitud positiva nos predispondrá a sentirnos mejor, a reír más o a ser proclives a que las cosas salgan bien si estamos convencidos de que así será. Sin embargo, no debemos caer en la “tiranía de la positividad” (Susan David – Escuela de Medicina de Harvard), en ser positivos a toda costa, ya que ignorar las emociones o situaciones difíciles no va a funcionar.

Mantener la dosis justa de ilusión para lograr algo y, al mismo tiempo, no perder de vista la realidad parece ser el quid de la cuestión. La fe mueve montañas, pero de realidad, quedando los finales felices y las gestas ridículas para el cine de baja calidad.

Ligando lo anterior al pensamiento de Stephen Covey, podríamos estar de acuerdo en que, no pudiendo siempre controlar las circunstancias que se nos presentan, lo que sí podemos cambiar son nuestras reacciones ante lo que nos ocurre, y esto modificará no sólo nuestro presente, sino también nuestro futuro. Si somos capaces de sustituir los pensamientos limitantes, que nos inundan en determinados momentos y ejercen una gran influencia sobre nosotros, y los sustituimos por otros planteamientos más positivos, seguramente veremos las mismas circunstancias bajo otro prisma que nos facilitará ser más creativos para encontrar soluciones, no paralizarnos y actuar de manera más diligente para solventar satisfactoriamente aquello que nos preocupe.

Soy consciente de que los efectos a todos los niveles (como la de una crisis económica muy grave que venimos arrastrando desde 2007 y que se está haciendo muy larga), o los golpes inesperados de la vida, nos coloca en muchas ocasiones en encrucijadas en las que tener una actitud positiva es casi una gesta propia sólo de héroes y heroínas. A pesar de ello, no deja de ser cierto que esas mismas situaciones de nuestra realidad depredadora podrían ser vistas desde un lado más amable que nos permitiese seguir adelante de manera más resiliente.

La verdad es que no hemos sido educados para tener este tipo de pensamientos ante la adversidad, pero no dejemos que nuestras vidas se desarrollen en “piloto automático”, ya que de esta manera, no estaremos preparados para tomar decisiones en cuanto a lo que queremos lograr y la ruta que debemos seguir para alcanzar nuestras metas.

Interesante la propuesta de Stephen Covey. Tomar consciencia del poder que tenemos sobre todo aquello que nos ocurre. Es cuestión de actitud y está en nuestra mano. 

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