19.05.2017. Redacción / Opinión.
Por: Rosario Valcárcel Quintana
Siempre soñé con ir a Cuba. Y después de varias tentativas frustradas, por fin llegó la oportunidad: mezclar literatura y ocio. Y tuve suerte porque nos invitaron al “Sexto Encuentro de la Isla en Verso” en la isla caribeña. Un Congreso de escritores en los que participaron españoles y una decena de países latinoamericanos. El objetivo era interrelacionar la poesía, la cultura, brindar una oportunidad de encuentro y reafirmación de la diversidad.
Kiuder Yero Torres junto con su esposa Yuricel y un grupo de universitarios voluntarios organizaron desde la Habana a Holguín, pasando por Cien fuegos, Las Tunas, Santa Clara, Sierra del Rosario, Pinar del Río y otros lugares... conferencias, presentaciones de libros, recitales poéticos, artistas escénicos, trovadores… la celebración para la música y las artes plásticas con la exposición de fotografías del poeta mexicano Francisco Navarro Ruiz.
Días pletóricos e intercambio de escritores de una orilla a otra, en las que podría destacar a algunos de ellos, pero ya se sabe que en estos casos siempre se olvida a alguien, así que nombraré solo a un poeta cubano excelente, Roberto Manzano.
Nosotros llegamos unos días antes a Cuba. Yo quería sentir el júbilo, el tintineo, las bandas de música, envolverme en el latido del:
-Vacilón que rico vacilón Cha cha cha que rico cha cha cha… de la Habana Vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Así que visitamos las calles y las plazas del casco histórico: El Floridita, la Catedral, la Plaza, el convento de San Francisco de Asís. Contemplamos El Coliseo, la iglesia ortodoxa Nuestra Señora de Kaza con sus cúpulas de oro y cobre, el Gran Teatro de La Habana…
Vivimos el flujo y el reflujo de los transeúntes, de vendedores y artistas callejeros, de las tienditas de artesanos, con aspecto soñoliento, que me recordaron a aquellas otras de mi niñez en las que yo solía visitar en busca de un polo de hielo o de un trozo de chocolate. Descubrimos en la Plaza de la Catedral a unas señoras que vestidas a la moda cubana, eran el centro de todas las miradas mientras leían la suerte en la baraja a clientas maduras que quizás al escucharlas pensaban: - ¡Si pudiéramos empezar de nuevo a vivir¡
Observamos edificios coloniales derruidos, antiguas casas solariegas, elegantes, con aspecto de haber sufrido un terremoto, habitadas por familias numerosas en las que ondean desde las ventanas ropas y más ropas recién lavadas. Y nos sorprendió ver inmuebles, mansiones y palacetes en vías de reconstrucción, tejiendo un tiempo nuevo, tanto que pensé que en un futuro no tan lejano, la maravillosa Habana no tendrá nada que envidiar a las grandes ciudades europeas.
Y entre mojito y mojito disfruté del placer de la conversación en La Bodeguita del Medio, por donde han pasado visitantes célebres como Ernest Hemingway, Pablo Neruda… Y entendí el sueño de los cubanos de una situación estable con una organización próspera. Nadie parece tener dinero. ¡Qué difícil es ganarse la vida allí, sobrevivir¡ Sin embargo, se las arreglan, no sé cómo. Porque a pesar de que la educación y los servicios de salud son gratuitos, el internet es muy lento, leer prensa libre no está siempre al alcance, los anaqueles de algunos supermercados están vacíos y el único partido político legal en Cuba es el Partido Comunista (PCC). Entonces comprendí el alivio, que podría ejercer en el futuro, para la economía y la apertura de la mente, el incremento anual de visitantes al país.
Entendí el por qué se aferran a la belleza del baile, a la melodía que se mueve como una ola al ritmo alegre de: Guantanamera, guajira guantanamera / Guantanamera, guajira guantanamera, o la candencia triste que glorifica la figura de Che Guevara: Aprendimos a quererte / Desde la histórica altura / Donde el sol de tu bravura / Le puso un cerco a la muerte…
Disfruté de una Habana culta que exporta ingenieros, médicos, maestros, y de la que se comenta que hace bien poco existía cartilla de racionamiento. Una Habana con bicicletas- taxis y coches-taxis pintados de color fucsia, turquesa, blanco, esmeralda… La mayoría modelos americanos de los años cincuenta a los que se les escucha repiquetear los motores con un ritmo frenético. Gozamos también del largo de la costa de la capital, de los ocho kilómetros del Malecón, de ese Malecón que Lezama decía: Al pie de las murallas / el aire tartamudo / desliza sus sirenas, / plata mansa sin hoy/ mana sus lunares/ entre lunas cansadas…
Y observamos unos pocos pescadores que por la mañana tienden a media altura el sedal y esperan y esperan, como si ese fuera su destino, mientras recorren con los ojos a las turistas que se a cercan por allí:
-Qué tal amiga, me dijo uno de ellos casi con un ronroneo acariciante, mientras me guiñaba un ojo.
Pero lo mejor en el Malecón es la noche, cuando la luz es opaca y la vida fermenta en gestos y costumbres, y las jóvenes engalanadas con pedrerías y unos tacones de 8 centímetros sacuden el cuerpo al ritmo de guitarras, y se acercan al mar, a ese invento que toma cuerpo y se agita libremente y rompe su oleaje cuando escucha las alegrías y los problemas de las familias, de la gente de la cultura, cuando escucha las cotidianidades.
Pero nosotros habíamos llegado a Cuba con una pequeña ayuda del programa de Canarias Crea, para participar en el “Sexto Encuentro de la Isla en Verso” y en las actividades que con motivo de las Romerías de Mayo se organizan en Holguín. Encuentros entre generaciones de artistas, intelectuales y promotores culturales de decenas de países. Y que este año recordaban la figura de Fidel y El Ché. Con el lema “De no hay hoy sin ayer.
Y participamos en un cruce de lenguajes entre argentinos, mejicanos, noruegos, alemanes, costarricenses, hondureños y muchos más. De una noche especial en la Casa de Canarias en Holguín en donde se hizo referencia al emigrante isleño como ellos llaman a los canarios y, recordaron a los palmeros, hombres y algunas mujeres que llegaron a Cuba para probar suerte con el deseo de mejorar sus condiciones socioeconómicas. Recordamos que la madre de José Martí era tinerfeña…
Y por la noche hubo encuentros y sonrisas, grupos de bailes folclóricos, cantos canarios, el abrazo y la ternura de la poesía y un recital poético en donde intervinieron Benita López Peñate, Luis León Barreto, Rosario Valcárcel y dos grandes del teatro: Pilar Rey y Antonio Abdo con un poema de Arturo Maccanti: titulado El tiempo y una ciudad
Tantos días pasando por aquí/ triste o alegre con la vida/ pasando por aquí o con la costumbre / de la vida –es igual- pero pasando/ siempre por esta calle, y esta plaza/ con árboles; y el oro viejo/ del otoño, dorándome la pena…
Y el humor de Don Fito que protagonizó un espectáculo divertido ironizando las carencias y los trajines de su país. Y también por qué no decirlo hubo imposiciones y órdenes en espacios acompañados de presentaciones de libros y de encuentros.
Y dos invitados de excepción el curador de arte Diego Casimiro, un profesional en los saberes de la exposición y manejo en las obras de arte que asistió al encuentro con un programa especial. Visitó Galerías, Salas Exposiciones y Centros Culturales todas ellas acompañado de las guías culturales de la Organización. Realizó entrevistas con técnicos, entablaron opiniones y posibilidades de futuras colaboraciones con exposiciones entre Canarias y Cuba. Y la soprano Alma Anduix, que interpretó en el Conservatorio de música de Holguín: Del Barroco al bel canto, con piezas de Vivaldi Haendel, Rossini y Verdi acompañada por dos pianistas del Conservatorio y la participación del joven barítono Nelson Martínez, que con solo 23 años ha sido concursante en el famoso certamen Operalia organizado por Plácido Domingo. Nos obsequió con la interpretación del aira Eri Tu de la ópera italiana “Un ballo in Maschera”.
Y antes de dejar la isla volvimos a las calles, a las cuestas zigzagueantes, y a las grandes y anchas avenidas, a las placitas adoquinadas y a la Plaza de la Revolución en la Habana y nos hicimos fotos en el monumento a José Martí y con Camilo Cienfuegos y el Che Guevara y de nuevo visitamos la Habana Vieja, la Fundación de Alejo Carpentier, los puestos de libros y los museos. Entonces bañados en el aire tibio de la isla tomamos más mojitos y de nuevo tatareamos:
Guantanamera, guajira guantanamera / Guantanamera, guajira guantanamera y la candencia triste que glorifica la figura de Che Guevara: Aprendimos a quererte / Desde la histórica altura / Donde el sol de tu bravura / Le puso un cerco a la muerte…
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