04.08.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Muy pocas regiones de todo el planeta pueden presumir de tener nada más y nada menos que cuatro Parques Nacionales en su territorio, circunstancia que sí ocurre en nuestro querido Archipiélago, por su innegable origen volcánico y por la extraordinaria belleza de todas sus Islas, algo que no sabemos valorar en su justa medida y que las instituciones públicas tampoco han sabido rentabilizar en su atractivo turístico, con la excepción del Cabildo de Lanzarote, que sí cobra a los visitantes por entrar en las Montañas del Fuego de Timanfaya y otros lugares de interés conejeros, como la Cueva de los Verdes, el Mirador del Río y los Jameos del Agua.
El mayor y más antiguo de los parques nacionales de Canarias es el del Teide, en Tenerife, declarado patrimonio mundial de la Humanidad en 2007. Se trata del espacio natural más visitado de España y de los más populares de toda Europa. Aparte de tener la cumbre más alta de todo el país (3.718 metros sobre el nivel del mar) este incomparable territorio insular muestra uno de los sistemas geológicos de origen volcánico más espectaculares y completos de todo el mundo.
El de Taburiente, en La Palma, abarca toda la caldera de hundimiento del mismo nombre situada en el centro de la Isla Bonita, que ofrece profundos barrancos y desniveles cercanos a los dos mil metros de altura. Este espacio natural protegido tiene cerca de cinco mil hectáreas y cuenta con atractivos arroyos y torrentes, varias cascadas y un muy conservado bosque de pino canario.
El de Timanfaya (Lanzarote) ofrece extraordinarios paisajes volcánicos producto de las erupciones históricas que se produjeron en la Isla entre 1730 y 1736, fenómenos que obligaron a gran parte de su población a emigrar a Fuerteventura. Tiene estructura geomorfológicas únicas, que cubren gran parte de la antigua superficie conejera, a través de lavas surgidas en esa etapa a la que nos referimos por más de una veintena de volcanes, entre los que destacan los situados en las Montañas del Fuego, centro neurálgico de Timanfaya.
Por último y no por ello menos importante, está el parque nacional de Garajonay, en La Gomera, un encantador espacio que se caracteriza por su peculiar paisaje, donde perviven ejemplares botánicos de la laurisilva, flora de la Era terciaria, que desapareció hace miles de años de la Europa mediterránea y que aún perviven en determinadas zonas de la Isla colombina, de Tenerife y de La Palma. Son también impresionantes los roques fonolíticos (como el de Agando), testigos milenarios de la fuerte erosión insular sufrida a través de los tiempos. La Gomera, con sus profundos barrancos y desniveles, es la única islas del Archipiélago en la que no se han registrado erupciones de carácter histórico.
Es posible que a medio plazo, dentro de unos pocos años, Canarias cuente con un quinto parque nacional, de carácter marino, pues se está estudiando la declaración como tal del Mar de las Calmas, un espacio ya protegido, con un paisaje submarino de singular belleza.