07.09.2020 | Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Ahora que estamos a las puertas de un nuevo curso escolar, este año marcado por circunstancia tan especiales como la pandemia provocada por el llamado coronavirus (covid19), vienen a mi memoria algunos recuerdos de mi etapa como bachiller.
Los tres primeros años de la enseñanza secundaria asistí como alumno al Nava La Salle de La Laguna, el conocido como "Colegio de los Hermanos (de las Escuelas Cristianas)" y en el primer curso tuve como profesor encargado a don Mateo Arvelo, un experimentado docente ultracatólico, conservador y muy exigente, un maestro de la vieja escuela, que no perdonaba ni una a sus discípulos, muy amable con las personas, pero muy duro con los alumnos, hasta el punto de tornarse a veces odioso y antipático, pero arropado y apoyado siempre por el directo de turno y la comunidad religiosa que regía el centro situado en la céntrica calle de la Carrera, en un palacete que aún existe, haciendo esquina con la calle del Pino.
Don Mateo no dudaba ni un instante en imponer la "debida disciplina", regla de madera en mano, con la que castigaba a sus alumnos revoltosos, como medida "ejemplarizante" de que determinadas actitudes y formas de comportarse en el aula no era la manera más adecuada.
El señor Arvelo, en contra de lo que muchos jóvenes de hoy puedan pensar, no era una excepción al ejercer esas prácticas disciplinarias, algo común de los años de la posguerra y del posterior desarrollismo económico de la dictadura franquista, métodos completamente desfasados en la actualidad, más proclives al entendimiento entre los docentes y su alumnado, aunque, a decir verdad, se ha confundido también la libertad individual con un libertinaje tampoco aconsejable, donde los escolares a veces intentan ridiculizar y minusvalorar a sus maestros y profesores.
Los extremos son siempre malos, y aún más si cabe en un centro educativo, donde se forman los hombres y mujeres del mañana. Para mí, particularmente, es anecdótico que nos obligaran a cantar el "Cara al sol" en el patio del colegio todas las mañanas, antes de entrar en las aulas, o que determinado hermano de San Juan bautista de la Salle, en su hora de clase de Matemáticas, se pagara veinte minutos aconsejándonos que no nos masturbáramos porque, aparte de ser pecado, esa práctica de autosatisfacción sexual provocaría serios y graves daños en nuestra salud.
Cada época tiene sus singularidades y sus cosas, y aunque no sea yo quien ponga el grito en el cielo, a mí aquellas cosas no me traumatizaron. Y eso que don Mateo logró romper una de sus reglas en mis manos... supóngase lo que me dolió, más por el pobre trozo de madera que por mí. Dios tenga en la Gloria al señor Arvelo, al fin y al cabo un ser hasta entrañable, que vivió su vida como mejor supo y pudo.
Imagen: Escuela de la época años 60