15.10.2017. Redacción / Opinión.
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Aunque ustedes no se lo crean, recientemente una amiga me comentó su sorpresa cuando quiso hacerle determinadas recomendaciones a una sobrina suya, de solo 13 años, sobre prácticas sexuales entre jóvenes, más que nada para advertirle de algunos serios peligros que conlleva la promiscuidad y sus negativas consecuencias.
Esta mujer, que ya es madurita, no salió de su asombro cuando la adolescente ya venía de vuelta y hasta intentó darle clases sobre este particular a su querida tía, además de confesarle que ya había tenido relaciones íntimas con un amigo y dos compañeros de clase.
No me estoy inventando absolutamente nada y, como ustedes comprenderán, esta amiga me comentó que los púberes parecen adelantarse en el tiempo en cuanto a una edad recomendable para tener las primeras experiencias sexuales, porque cada cosa debe tener su época.
También me confesó esta mujer que para ella los jóvenes de hoy se están pasando un par de pueblo, aunque también me dijo que en nuestra época estudiantil tampoco era muy normal la fuerte represión sexual a que estábamos sometidos, con lo que estoy completamente de acuerdo, porque creo que en esta vida hay que ser moderados, conocer todas las circunstancias y efectos inherentes de cualquier relación interpersonal, porque --también hay que decirlo-- los niños de entonces éramos unos auténticos ignorantes y satisfacíamos nuestros elevados índices hormonales de manera autocomplaciente o simplemente perdíamos estúpidamente poder gozar de una sexualidad sana y responsable.
A nosotros, los que ya estamos cercanos a la tercera edad, más de un profesor nos advirtió de los peligros de masturbarse, porque, según decían, practicar el onanismo producía ceguera y graves lesiones óseas, como el desgaste de la columna vertebral, cuando esas afirmaciones eran tan burdas como estúpidas.
Me considero un hombre progresista y de mente abierta, pero pienso que tan mala fue aquella época como la actual, aquella por defecto y esta por exceso. No quiero decir con ello que todos los jóvenes practiquen sexo a mansalva, incluso sin sentimientos, pero sí puedo afirmar, porque lo sé a ciencia cierta, que muchos mozalbetes y muchas chicas tienen relaciones íntimas de manera irresponsable y sin las prevenciones adecuadas.
No seré yo quien critique estas aficiones prematuras, porque el ejercicio sexual conlleva unos de los placeres más bonitos de esta vida (sobre una base de atracción física y espiritual), pero sí me parecería conveniente que en los planes de estudio de colegios y de institutos de enseñanza secundaria se incluyeran algunos módulos destinados a los alumnos, impartidos por sexólogos, porque tengo entendido que en la actual planificación solo se contempla la divulgación entre los estudiantes de conocimientos sobre la reproducción humana.
Creo que, en este sentido, muchos de ustedes, amables lectores, podrían estar de acuerdo con lo comentado anteriormente. Y eso.