17.08.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
En cuanto al sector primario de nuestra economía, Tenerife tenía a finales de los años sesenta de la pasada centuria casi el doble de la superficie cultivada y era más autosuficiente en materia agrícola, teniendo en cuenta que esta Isla no alanzaba a tener quinientos mil habitantes, por el más de un millón de personas que hoy residen en la Isla, una explosión demográfica que ha repercutido negativamente en nuestro entorno natural, porque las infraestructuras pública, como las autopistas, han deteriorado mucho el paisaje, así como las inmensas moles de cemento en ciudades y pueblos, que han destruido los centros urbanos históricos y numerosos edificios der valor arquitectónico, por ejemplo, en Santa Cruz, La Laguna, Puerto de la Cruz, Icod de los Vinos o La Orotava.
En La Isla, en 1968 se cultivaban, preferentemente, productos agrarios para el autoconsumo, como papas y numerosas hortalizas, pero la producción ha ido disminuyendo con los años, por el éxodo poblacional del campo a los núcleos urbanos y por la huida masiva de trabajadores agrarios, que se convirtieron en empleados de los sectores de la hostelería y la construcción, casi de la noche a la mañana.
También eran importantes los cultivos de exportación, como el plátano y el tomate, a los que años más tarde se sumarían los de productos tropicales, como el aguacate, la papaya, el mango o la piña.
Hoy en día, los núcleos habitacionales no están tan definidos geográficamente como hace cincuenta años y Tenerife se ha convertido, en su anillo litoral y de medianías (menos mal que la parte más alta de la Isla está fuertemente protegida legalmente), en una gran ciudad, con pueblos interconectados entre sí y con grandes núcleos urbanos, como el existente en el área metropolitana, que abarca ya a los municipios de la capital, La Laguna, Tegueste, El Rosario y hasta Tacoronte.
Tristemente, muchos paisajes naturales que se podían contemplar hace medio siglo han sido destruidos por la acción depredadora e irresponsable del hombre y también por las demandas sociales, que han exigido la construcción de infraestructura indispensable para poder soportar la gran explosión demográfica registrada en Tenerife en los últimos cincuenta años. Son los males que lleva acarreado el llamado "progreso".
Aquí termino este repaso personal (y subjetivo, como tal) al Tenerife que conocí hace medio siglo. Gracias por su atención, apreciados lectores.