14.05.2017. Redacción / Opinión
Por: Csimiro Curbelo
Diputado autonómico y presidente del Cabildo de La Gomera
El pleno del Parlamento de Canarias hizo pública una declaración institucional de conmemoración y apoyo a la Unión Europea (UE) con motivo del aniversario del proyecto comunitario, celebrado el pasado martes, día 9. Todos los grupos parlamentarios, incluida Agrupación Socialista Gomera (ASG), respaldamos la declaración europeísta.
Esto ocurrió apenas dos días después de unas decisivas elecciones presidenciales en Francia. El primero que respiró tranquilo al conocerse los resultados fue el propio presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que veía como la derrota del populismo salvaba a la UE, que intenta recuperarse de la grave herida que supone el Brexit.
Pero el alivio también lo sentimos en toda Europa occidental, pues comprobamos que se ha frenado en seco, otra vez, el temido avance de la demagogia populista, después de haber fracasado anteriormente en las elecciones holandesas y alemanas. Los europeos están descontentos con sus élites políticas y económicas, también con la creciente burocracia que puebla la capital comunitaria, Bruselas. Y lo expresan rechazando a los partidos tradicionales o refugiándose en una creciente abstención. Pero tienen claro que, al fin y a la postre, no renuncian a los avances que supone vivir en sociedades abiertas y solidarias.
En la actualidad, España comienza, cada vez en mayor medida, a ser un contribuyente neto a la UE en favor de los países del Este pero la modernización de nuestra sociedad, tras la integración en el proyecto europeo, no deja lugar a dudas. Y esto ha sido posible porque desde 1986 y hasta 2020, si se cumplen todas las previsiones, recibiremos 196.400 millones en ayudas a la agricultura y 63.000 millones a cuenta de los fondos de cohesión y desarrollo regional. Esto ha representado, no debemos olvidarlo, el progreso y la mejora de la cohesión social y el bienestar de nuestro país.
Por supuesto, Canarias participa de la alegría que supone el triunfo de Macron. La victoria de los antieuropeístas británicos en el referéndum de 2016 ha generado una honda preocupación por sus posibles efectos en nuestras islas. Sólo hay que tener en cuenta que, con datos de 2015, el turismo británico representa el 12 por ciento de nuestro PIB y que las exportaciones hortofrutícolas a este mercado generan algo más de 71 millones de euros, esenciales para la supervivencia de nuestro sector primario.
A esto hay que añadir que Canarias ha encontrado una especial sensibilidad en las instituciones comunitarias. Este sentimiento se traduce en ser beneficiarios de un tratamiento diferenciado en la Política Agraria Común (PAC), el Programa de Opciones Específicas por la Lejanía y la Insularidad (POSEI) y el Régimen Específico de Abastecimiento (REA), lo que se suma a otras acciones. Todo ello se concreta en magnitudes que, para el lustro 2015-2020, suponen nada menos que 2.400 millones de euros para nuestro Archipiélago.
Pero, más allá de la repercusión económica, la UE representa mucho más para nosotros desde el punto de vista político: el reconocimiento de la ultraperificidad en el Tratado de Amsterdam protege desde 1999 la singularidad de Canarias, condicionada por la lejanía y la insularidad, que los canarios todavía esperamos que nos reconozca el Estado blindando jurídicamente el REF.
El triunfo del proyecto europeo, en fin, es el nuestro. Las razones son evidentes: la salvaguarda política que hace la UE de nuestras especiales condiciones geográficas, económicas y sociales; la moneda común y la libre circulación de personas y mercancías intracomunitarias y otros tantos aspectos son una sólida garantía para nuestro desarrollo y bienestar. Nuestra historia nos ha enseñado que Canarias necesita de una economía abierta, que el aislacionismo es una condena a la pobreza. ¿Qué sería del Archipiélago sin sus 15 millones de turistas, sin las ayudas a nuestra agricultura y sin las becas Erasmus? Canarias no sólo es parte de Europa, sino que tiene una firme vocación europeísta.