18.09.2017. Redacción / Opinión.
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Días pasados fui citado (¡por fin¡) a la consulta de una anestesista en el HUNSC porque tengo que pasar por el quirófano en las próximas semanas en dos ocasiones, para operarme de las manos, porque como ya les comenté hace unos meses, se me engatillan los dedos y aparte de ser una dolencia muy molesta, porque causa dolor, me suelo despertar de noche y desvelarme, lo que me contraría, además de que por cuestiones profesionales todo el día estoy pegado al teclado del mi ordenador, para comentar temas que me gustan compartir con mis lectores, para bien o para mal, que todo es posible.
Viene todo este rollo previo, porque la especialista, durante el necesario interrogatorio sobre mi estado de salud, me preguntó si suelo pasear a diario y le contesté que habitualmente recorro dos o tres kilómetros diarios por las calles laguneras, lo cual nos viene muy bien a los diabéticos para controlar nuestros niveles de glucosa en sangre.
La pregunta dio motivo para que dialogásemos un rato y habláramos del asunto, porque no sé si ustedes se han percatado que la población canaria es de las más obesas de todo el mundo mundial, de que la tasa de diabéticos en las Islas está por las nubes, que se producen más accidentes cerebro-vasculares e infartos de miocardio, amputaciones de extremidades inferiores y trasplantes renales en este Archipiélago que en otras regiones españolas; y que el sedentarismo provoca otras muchas enfermedades indeseadas.
Hay familias que poseen tres y hasta cuatro vehículos, o más, y eso ha provocado, sin duda, un empeoramiento de la salud de los isleños, lo que incide en nuestra calidad de vida, aunque parezca increíble, porque también nos alimentamos muy mal, con muchos productos que son una auténtica basura para nuestros organismos, asuntos del que ya me he ocupado en varias ocasiones.
Cuando yo era niño, en la década de los años sesenta del pasado siglo, jugaba con mi pandilla en las calles del casco histórico lagunero, porque no había tráfico y nos subíamos a las aceras cuando pasaba algún coche. La gente, por aquel entonces, caminaba más y era usual que las personas se desplazaran andando desde Guamasa, Las Mercedes, La Esperanza y otros núcleos cercanos a la ciudad de los Adelantados y, aunque siempre ha habido gordos, ciertamente pienso que la población estaba en mejor forma física.
Me parece necesario, imprescindible, como hace esta especialista en su consulta, que los médicos insistan en la necesidad que tenemos de que caminar más, es decir, coger más habitualmente, como se decía en mis años de infancia, el cochecito de San Fernando, que no era otro que el "de un ratito a pie y otro andando".
Estamos mal acostumbrados a llevar el coche hasta la puerta de nuestro destino, y eso no es nada recomendable. La solución es muy sencilla: Caminar más de lo que lo hacemos. Caminar, caminar y caminar. La mejor receta, sin duda. Ustedes, en todo caso, son los que deciden, y creo que ya son lo suficiente mayorcitos para decir sobre el futuro de su salud. Y eso.