15.10.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
No sé si por el acelerado ritmo de vida que llevamos, porque el ambiente está cada día más contaminado o porque son muchos los casos de personas con trastornos mentales, lo cierto es que vivimos en una sociedad cada vez más violenta.
Una violencia que se palpa en las calles y también en los hogares, donde los casos de muertes domésticas sigue produciéndose y también los maltratos físicos y psíquicos en multitud de parejas, donde la inmensa mayoría de las víctimas está formada por mujeres, aunque también existen hombres maltratados por sus cónyuges, que también hay que decirlo, aunque muchas veces se oculte este dato.
Tenemos acciones violentas por todos lados, en la carretera con decenas y decenas de conductores agresivos que ser enfadan por cualquier por cualquier cosa, que no dudan en insultar a quien se equivoca al volante e incluso están dispuesto a llegar a las manos por una tontería sin mayor importancia.
Solo hay que estar al tanto de lo que sucede para confirmar que las acciones violentas están a la orden del día. Estos días hemos visto como un conocido y veterano delincuente mataba de un tiro a un guardia civil en un control rutinario en un pueblo de Granada. El homicida se hizo con la pistola del agente en un forcejeo y no dudó en quitarle la vida para poder huir, aunque afortunadamente fue detenido horas más tarde.
En Sevilla, en las vísperas del partido España-Inglaterra de la Liga de las Naciones de Fútbol, centenares de hooligans británicos causaron numeroso incidentes, armaron peleas y destrozaron mobiliario urbano en la capital andaluza, casi todos cargados como piojos, porque en realidad no vienen a disfrutar de un encuentro deportivo, porque la mayoría no tiene ni entradas. El que juegue su selección en el extranjero es solo una excusa para viajar y emborracharse y, de paso, armar follones.
Y ya que hablamos de fútbol, menuda trifulca se formó este fin de semana pasado en el sur de nuestra Isla, en un partido de categoría juvenil, cuando un espectador enloquecido saltó al campo y agredió al árbitro de la contienda, provocando una pelea multitudinaria.
Creo que estamos perdiendo el norte en cuanto a urbanidad, educación y respeto a la pacífica convivencia. ¡Qué pena, penita, pena¡