06.04.2020 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Estamos sufriendo no sólo una crisis sanitaria, que no cabe duda es lo más preocupante en estos momentos, sino también, el comienzo de una posible crisis económica, con amplias repercusiones sociales. Es global la problemática, los gobiernos están intentando, con mucha improvisación, gestionar las dificultades que se presentan, en pocos casos con éxito y la mayoría de las veces fracasando estrepitosamente. Una vez más, la Unión Europea ha vuelto a demostrar lo que siempre ha sido, un conjunto de estados mal avenidos y peor juntados, que cuando sobreviene cualquier inconveniente, se enrocan en sus propios intereses nacionales y se olvidan de la solidaridad comunitaria. Están funcionando al grito de sálvese quien pueda. Hay gobiernos que parecen noqueados por una situación que les sobrepasada, sin capacidad de respuesta y propiciando más dificultades de las que ya de por sí trae consigo el dichoso coronavirus. Todos estamos convencidos que es el tiempo de la unidad, que es una batalla que tenemos que pelear conjuntamente y que ya llegará el momento de pedir las responsabilidades correspondientes. Pero también es cierto, que eso no significa impunidad para hacer lo que no se debe hacer y valga la redundancia.
Algunas veces se tiene la impresión que se pretende enfrentar la pandemia sanitaria con instrumentos puramente ideológicos, lo cual es insensato, inconveniente e imprudente. No se trata de aprovechar una vicisitud, que en muchos casos es dramática y dolorosa, para ir poniendo en el camino, las ideas e intereses partidistas del dirigente de turno, que utiliza la ocasión para imponer su criterio como el único válido o aceptable. El escritor Graham Greene se ponía al resguardo ante esta asechanza proclamando: “intento comprender la verdad, aunque esto comprometa mi ideología.” Por lo que no se puede exigir la aquiescencia de la ciudadanía a las decisiones gubernamentales cuando estas carecen del interés general y son más propias de egocéntricas interpretaciones personales. Hay que dar para recibir, es un buen dicho que se tendría que aplicar de forma amistosa. Claro que todos debemos de aportar lo que esté de nuestra parte, para vencer a la pandemia, pero que se haga con reciprocidad.
Los que tienen la responsabilidad pública tienen que escuchar, atender y mimar lo que dice o siente el conjunto mayoritario de la sociedad y cuidarse de enamorarse del decreto, que históricamente ha sido el principio de grandes calamidades. Ya lo dijo el primer ministro italiano Giuseppe Conte: “el problema no es salir de la crisis, sino hacerlo cuanto antes”. Tenemos que empezar a trabajar en la recuperación económica, pensando en los distintos escenarios que nos vamos a encontrar, para saber de antemano afrontarlos. Por lo pronto, ya vislumbramos que va a costar mucho sacrificio y esfuerzo, además de grandes dosis de generosidad en el diálogo social. Aprender es básico para después proponer, por eso, la experiencia que estamos viviendo, tiene que servir para sacar adelante ingeniosas iniciativas, que fomenten la creatividad y la reactivación económica. Saber que de lo que cuesta es de donde sale lo más sólido, tiene que ser un acicate para afrontar lo venidero de manera triunfal. Seguro que lo vamos a conseguir.
Entre los principales motores de desarrollo económico de un territorio, destaca con carácter hegemónico la construcción. No es de extrañar, es un sector que lleva asociado el crecimiento de otras industrias y producciones anexas, siendo uno de los más punteros en cuanto a crecimiento y generación de empleo, dependiendo de su actividad numerosas empresas de servicios e instalaciones. Es la locomotora que impulsa los vagones que representan los demás sectores económicos. Asegurar una evolución positiva va de la mano del impulso constructivo que es altamente eficaz. Ahí está la solución para el porvenir.