04.09.2020 | Redacción | Opinión
Por: Esther González
Psicóloga
Si los refuerzos se reducen únicamente al otro miembro de la pareja, cada uno de los componentes de la pareja pasa a ser exclusivamente dependiente del reforzamiento social del otro. De este modo se están sentando las bases sociológicas para la insatisfacción en la vida de la pareja. Esta dependencia determina demandas recíprocas de afecto, atención , conductas ... tan apremiantes que ambos encuentran difícil de satisfacer.
La debilidad de uno de los miembros de la pareja que va cediendo, es otra variable que perjudica al aprendizaje de vida en pareja.
El aprendizaje para la vida en pareja, se orienta no sólo hacia el cambio de conducta, sino también hacia el entrenamiento en habilidades.
El comportamiento humano no es aleatorio, no ocurre porque sí, o porque haya algo intrínseco en el individuo que le haga comportarse como tal. La conducta mantiene una regularidad en la interacción con su ambiente.
Toda conducta tiene lugar en un contexto ambiental en el que hay circunstancias y sucesos que la preceden y la siguen, ambos tienen una influencia controladora. Estos estímulos son señales discriminatorias. Así por ejemplo, si las peleas son en la cocina, no tratar un asunto en dicho lugar, donde habitualmente se discute... Por el contrario se elegirá otro lugar donde no suele ocurrir . Hay que tener muy en cuenta los antecedentes.
Los estímulos consecuentes pueden ser reforzadores de conductas.
Por ejemplo, si un miembro da una conducta positiva, y el otro lo gratifica, esta conducta se incrementará.
Si una conducta no es reforzada puede llegar a extinguirse, esto es a veces el deterioro de muchas parejas.
También se deteriora una relación cuando existen otras situaciones más atractivas y gratificantes.
El refuerzo positivo es una consecuencia necesaria pero no suficiente para el aprendizaje de una conducta. Es preciso que existan unos requisitos previos sin los cuales no puede aprenderse un comportamiento.
Por ejemplo, por muchos refuerzos positivos que demos a un niño para que lea el Quijote, no lo conseguiremos si no sabe leer.
Tenemos que ir gradualmente reforzando conductas previas que conducen a la meta final, a través de ellas aprendemos conductas tan complejas como la de vivir en pareja.
El no saber vivir en pareja es por aprendizaje. Para convivir en pareja tiene que haber un intercambio de conductas gratificantes. Las parejas en conflicto registran menos gratificaciones y son deficitarias en habilidades sociales, y más “castigos” , y refuerzos negativos ( amenazas, críticas, regañinas ...) lo cual crea insatisfacción, tensión, y evitación mutua.
La comunicación constructiva es un componente esencial, no sólo para el cambio, sino para la salud. La comunicación se debe entender como un conjunto especificable de intercambios de conductas verbales y no verbales.
Se requieren habilidades como emisor y como receptor.
Habilidades como receptor:
1. Enterarnos del mensaje.
2. Hacerle ver al otro que le escuchamos, y reforzarle a que nos cuente.
3. Dar señales de que escuchamos
4. Hacerle ver que no hay obligaciones, que si estamos juntos es porque queremos.
5. Esperar , recibir, no juzgar.
6. Pedir aclaraciones.
7. No interrumpir, y poner atención a aquello que le gusta a nuestra pareja. Porque lo que interesa es que las parejas se conozcan.
Habilidades como emisor:
1. Buscar el momento oportuno. Tener un control atencional.
2. No informar exigiendo, recriminando, y muy importante no volver al pasado.
3. No generalizar (siempre , nunca ...)
4. Dar información en forma de alternativas positivas.
5. Preparar la situación para que nos escuche con los cinco sentidos, y reforzando lo positivo.
Recuerda que nuestras conductas son la llave mágica para conseguir y modificar.
Imagen: Esther González | Psicóloga | CEDIDA