31.07.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
El senador Antonio Alarcó, concejal y portavoz municipal del PP en La Laguna, ha demostrado ser una supuesta marioneta de los intereses de Coalición Canaria, no solo por no apoyar una moción de censura contra el peor alcalde que ha tenido la ciudad de Aguere en toda su historia, sino también por aceptar que a Pedro Ramos le den la presidencia de la Autoridad Portuaria de esta provincia (en sustitución de Ricardo Melchior), para abortar el desalojo del primer mandatario lagunero, José Alberto Díaz, conocido entre la población con el sobrenombre de "El cochino negro" (con perdón).
Es tal el negociete que se traen entre la supuesta coalición nacionalista y el partido de Asier Antona, que se intercambian los cargos públicos de designación como si fuera calcomanías, y esto es vergonzoso y muy poco serio, sobre todo cuando quien esto escribe creía que los señores Alarcó y Antona eran personas honradas, decentes y con un mínimo de decoro, pero parece que no es del todo así.
Estamos asistiendo, queridos lectores, a una auténtica merienda de negros en plena sabana africana y este Archipiélago más parece una república bananera que un conjunto de Islas donde se hace política seria. ¿Qué necesidad tenían las dos "A" (Alarcó y Antona) de prestarse a estos juegos? No salgo de mi asombro.
No se piensen ustedes que estamos asistiendo a los estertores de CC en el poder. Tal y como pintan las cosas, cone esta serie continua de trapicheos propios de unas gangocheras indecentes, tendremos a estos sinvergüenzas mucho decenios gobernándonos, porque sencillamente son capaces de pactar con el, diablo con tal se seguir chupando de la teta.
No quiero seguir escribiendo, porque me provoco de ver tan bochornoso espectáculo, porque en las casas de citas hay chicas mucho más honradas y decentes que toda esta partida de politicuchos. Y siento decirlo así, porque son unos presuntos inmorales y parecen tener más cara que espaldas, con tal de cobrar unos magníficos sueldos por no dar ni golpe.
¡Qué pena, penita, pena¡