15.03.2020 | Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
Mucho se ha dicho y se ha escrito estos días sobre la terrible pandemia del coronavirus que asola a nuestro planeta en la actualidad y que ya se ha cobrado miles de vidas. Y lo que te rondaré morena, porque este no es, sin duda, un problema baladí al que nos enfrentamos tras la sorpresiva aparición de este novedosa enfermedad letal, cuyas causas no se saben todavía con exactitud y que ha puesto al mundo entero en vilo.
Hay que descartar, en todo caso, que todo esto sea debido a la casualidad o a un maldito destino apocalíptico dirigido hacia la Humanidad. Parece más razonable que haya sido una pandemia inducida por algunos intereses ocultos, como podría ser la provocación desmedida de una guerra comercial solapada entre China y Estados Unidos, originada por una de las dos potencias o incluso por una tercera en beneficio propio.
En cualquier caso, pienso que más tarde o más temprano se sabrán las causas exactas que originaron esta tremenda crisis sanitaria, humanitaria y socioeconómica, porque los causantes no pueden quedar impunes ante la Justicia, por el incalculable daño causado a la civilización mundial.
Al margen de este análisis inicial, cabe destacar diversas reacciones solidarias y ejemplares del género humano, como el ímprobo esfuerzo que están haciendo y seguirán haciendo los profesionales sanitarios en la gran mayoría de los países afectados y, en particular, en nuestra querida España.
Está claro que aquí, en la Península Ibérica y en los dos archipiélagos algunas medidas imprescindibles han llegado con cierta tardanza, pero entre todos vamos a luchar contra reloj para aminorar sus consecuencias, que podrían ser muy graves si no se controla esta nueva enfermedad vírica.
Es por ello que toda la población ha de actuar con la máxima responsabilidad y que todos debemos seguir al pie de la letra las instrucciones dadas por el Gobierno, basadas en la opinión de autoridades sanitarias y de expertos científicos, mientras se descubre una vacuna que sea realmente eficiente para atajar la expansión de esta pandemia.
Reprobable es, por otro lado, la actitud de una minoría de personas, que no han seguido los consejos oportunos, porque no solo juegan con su vida, sino también con las del resto de la población. Y aquí quiero ser extremadamente crítico con la familia Aznar-Botella, que sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo se marcharon a Marbella, huyendo de Madrid con alevosía, en lugar de haberse quedado el matrimonio tranquilito en su hogar de la capital.
Esto no ha sido nada ejemplar. Como también ha sido muy irresponsable, sobre todo por los cargos que ocupan los dos, el matrimonio Iglesias-Montero. Ella, Irene, por no desconvocar la multitudinaria manifestación feminista del 8-M (donde posiblemente se contagió la ministra, de manera estúpida) y él, Pablo, por no guardar la debida cuarentena y presentarse en Moncloa para asistir al último Consejo de Ministros como si fuera un niño ruin y travieso, al que solo acudió para incordiar y molestar, según cuentan fuentes cercanas a la Presidencia del Gobierno.
También es criticable la postura de otros dirigentes, como los presidentes autonómicos de Cataluña y el País Vasco, porque consideran que Pedro Sánchez les ha usurpado las competencias en Interior y Sanidad. ¿Qué se creen estos dos payasos nacionalistas?
Como la estúpida de doña Pilar Rahola, que ha denunciado que las medidas del Gobierno Central representan la aplicación encubierta del artículo 155 de la Constitución. Se necesita ser ignorante y provocadora, cuando se trata de acuerdos consecuentes para preservar, en la medida de lo posible, la salud de la población española en general.
Este país es así de surrealista y estaremos condenados siempre a ver actitudes y reacciones tan sorprendentes como la de esta catalanista trasnochada o las de los señores Torra y Urkullu, no muy solidarios con el resto del país, precisamente.
Escrito todo la anterior, aunque me lo ha pedido, creo que es mi obligación, como veterano profesional del Periodismo y de la Comunicación Social, llamar a la prudencia de todos, a la serenidad y a la responsabilidad. Venceremos a este maldito virus y a todo lo malo que se nos ponga por delante, si nos comportamos como verdaderos ciudadanos. Que les sea lo más leve posible. Hasta otra ocasión, queridos amigos.