25.04.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Lo más fácil en esta vida es hacer leña del árbol caído y poner a caer de un burro a un político cualquiera por haber cometido errores de bulto, no ya solo en su trayectoria política, sino también en su actividad privada.
Parece que este país está de fiesta por el hecho de que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, haya sido obligada a dimitir de su cargo por dos cuestiones morales: la de la obtención del tan traído y llevado máster de Derecho en Administración Autonómica y, más recientemente, por haber sido grabada años atrás hurtando dos cremas de belleza en un supermercado de la capital.
No es casualidad, amigos lectores, que estos hechos se hayan hecho públicos en las ultimas semanas, porque sin duda existen intereses ocultos que pretendían derribar --y lo han conseguido-- a esta destacad política conservadora que parecía tener mucho porvenir dentro del Partido Popular.
Lo peor que se puede hacer en política es presumir de algo por encima de todas las cosas. Y ella cometió la gran equivocación de proclamar a los cuatro vientos una lucha sin cuartel contra la supuesta corrupción del PP en Madrid, lo que le ha supuesto la renuncia a su cargo, entre otras cosas porque no hay que tirar la primera piedra si uno no está libre de pecado y completamente seguro de ser inmaculado.
Es evidente que la señora Cifuentes conoce bastante bien las pestilentes alcantarillas que pasan por el subsuelo del edificio de la calle Génova, donde se cuecen todos los platos de los conservadores españoles, incluidos los que tienen que ver con la financiación irregular y con las cajas "B" de la tesorería del PP. Y ciertamente interesaba desprestigiar a esta líder regional para apartarla de la actividad política pública, por cuanto representaba un evidente peligro para las estructuras básicas de la fuerza presidida por Mariano Rajoy.
Ha sido la crónica de una muerte anunciada, por varios motivos. Cifuentes se encargó --y mucho-- de intrigar para descabezar a su antecesora en el cargo, Esperanza Aguirre, y es posible que la duquesa esté disfrutando ahora, en frío, de la venganza oportuna. Como placentero ha de ser el momento de Ignacio González --a quien se relacionó íntimamente con doña Cristina, dicho sea de paso--, que fue duramente descalificado por ella misma tras descubrírsele (al señor González) presuntos graves casos de corrupción y de malversación de fondos.
Lo partidos políticos, salvando algunas distancias, son como determinadas sectas religiosas, donde el que la hace la termina pagando, entre otras cosas por no ser todo lo dogmáticos que se aconseja. Creo que la señora Cifuentes quiso pasarse dos pueblos en determinados "asuntos internos" y alguien que manda mucho dentro de la maquinaria del PP dictó sentencia de muerte hace unas semanas con la, para algunos, atractiva mujer de pelo rubio.
En política, aquí y en todas partes, las cosas no suceden por casualidad y tienen su motivo, aunque se oculte dar una explicación de lo que pasa. ¿Me entienden?