30.09.2019 | Redacción | Opinión
Por: Alejandro De Bernardo
adebernar@yahoo.es
No me pregunten por qué hoy recordé esta historia que hace mil años escuché de boca del, maestro de maestros y paisano, Miguel Ángel Santos Guerra. Tal vez la conversación mantenida durante la comida sobre el optimismo y el pesimismo, tuviera algo que ver.
La historia cuenta que dos empresas de calzado japonesas envían cada una a un representante para hacer un estudio de mercado a la misma zona de África. Al acabar su exploración, uno de los dos envía a su empresa un informe que concluye de esta manera: "En definitiva, el futuro de la venta de calzado en esta zona no puede ser más negativo. No se venderá ni un par de zapatos en muchos años. La razón fundamental es que aquí todo el mundo anda descalzo".
El otro envía a su empresa un informe de no menor extensión que concluye con estas palabras: "En definitiva, el futuro de la venta de calzado en esta zona, no puede ser más prometedor. Se venderá un número de zapatos incalculable. La razón fundamental es que aquí todo el mundo anda descalzo".
Nos encontramos en la historia dos juicios contrapuestos extraídos del análisis de la misma realidad. No es lo que hay el problema sino cómo vemos lo que hay. La realidad que han visto ambos representantes es la misma. El periodo del año en que hacen el estudio es el mismo. El tiempo empleado en realizarlo es prácticamente exacto. Decía Epicteto: "No son las cosas que nos suceden las que nos hacen sufrir sino lo que decimos o pensamos de ellas".
La diferencia no está en la realidad, sino en forma de mirarla. Por eso las conclusiones son opuestas. No comparto el pensamiento de que un pesimista es un optimista bien informado. Tampoco creo que el optimista sea una persona ingenua, ilusa o cándida. Pero hay en la historia otra cuestión fundamental. Los dos representantes ven la realidad de forma distinta, sí, pero, sobre todo, se ven a sí mismos de forma distinta. Uno piensa que resultará imposible persuadir a alguien que vive en aquella zona de que es bueno andar calzado. Por eso piensa que no se venderá ni un par de zapatos en años. El otro considera fácil convencer a muchos que andan descalzos de que es más rentable comprar un par de zapatos que hacer una alfombra que dé la vuelta al mundo.
No es cuestión de lucidez o de rigor en el análisis sino de actitud ante las cosas, ante las personas y ante la vida, en general. Hay profundas deficiencias en el proceso de enseñar y aprender. Nos suceden cosas terribles y tenemos que afrontar problemas que parecen insuperables. Todo ello se puede afrontar con actitudes diametralmente opuestas.
El optimismo no es solo una cuestión que nace de la mente, de la inteligencia, de la capacidad de análisis. Tiene que ver, sobre todo, con la actitud, con la dimensión emocional del individuo. Es cierto que los optimistas vemos una luz donde no existe; pero, ¿por qué los pesimistas quieren ir a apagarla rápidamente?
Los profesores podemos aprender a ser más optimistas y, si nos lo proponemos, enseñar a nuestros estudiantes creando un ambiente de clase seguro, compartiendo historias en las que el optimismo marcó la diferencia, haciéndoles sentir que son valorados y especiales y ofreciéndoles oportunidades en las que puedan comprobar cómo una actitud optimista contribuye a obtener mejores resultados personales o académicos".
La educación es una tarea intrínsecamente optimista ya que se basa en un presupuesto incontestable: el ser humano puede aprender, el ser humano puede mejorar. Esto no se puede negar.
En un mismo colegio todos los maestros tienen condiciones similares, sin embargo, hay uno entusiasmado y feliz y otro perezoso y amargado. ¿Por qué? Por su actitud. Las tareas son las mismas, pero es muy diferente la forma de vivirlas.
No me extiendo más. Hay quien se despierta y, en lugar de volver en sí, vuelve en no. Y piensa que los alumnos no quieren aprender, que los profesores no desean trabajar, que los políticos son indecentes y que la vida es como la escalera de un gallinero: cortita y llena de mierda. Pero hay también quien se despierta y vuelve en sí. Ojalá seas tú.
Imagen: Alejandro De Bernardo (Facebook)