03.05.2020 | Redacción | Relatos
Por: Magdalena Barreto González
"Tras estar al borde del abismo, superé el miedo a volar".
Con esta frase con la que me siento plenamente identificada, vuelvo a asomarme a esta ventana del Tagoror, con el ánimo de contemplar un nuevo horizonte y respirar aire fresco.
Hace poco escuché otra frase reveladora, de esas que apunto en el primer papel que encuentro, para llevarla conmigo siempre. "Si consigues sobrevivir, que sea para vivir".
Vivir implica tantas cosas simples que nos empeñamos en complicar, que acabamos por olvidarnos de vivir y nos pasamos casi toda la vida tratando de sobrevivir.
Reconozco que durante mucho tiempo me he sentido una auténtica superviviente. Admito que me he conformado con serlo e incluso me he sentido orgullosa de ello. Hoy, unos años después, llego a la conclusión de que no podemos ni debemos dedicar nuestra vida a sobrevivir por muy difíciles que sean las cosas, sino a buscar cada día razones para sentirnos vivos.
“Se nos va la vida y no nos enteramos, de lo ocupados que estamos esperando a vivir”
A partir de hoy me propongo vivir más y sobrevivir menos.
Convivir con mis carencias tratando de encontrar el lado positivo, en lugar de lamentarme.
Conversar con mis fantasmas mirándolos de frente, sin miedo, en lugar de cerrar los ojos.
Aprovechar la mitad vacía de mi cama para dormir a pierna suelta, en lugar de extrañar compañía.
Sonreír cada día pensando que quizás alguien ha sido feliz con mi sonrisa.
Disfrutar intensamente de los pequeños momentos de la vida que te hacen sentir viva. Esos instantes cuyo valor es incalculable por el simple hecho de que no se pueden comprar.
Quiero vivir sobreviviendo a todas las adversidades que me encuentre, pero no sentirme una simple superviviente de mi propia vida.
No quiero conformarme con lo que no me haga feliz, con aquello que no me sume, con cualquier cosa que no me aporte algo bueno o bonito.
La vida está llena de obstáculos que hay que superar, pero no de obstáculos con los que convivir.
Sobreviviré a todo lo que se me ponga por delante pero sin dejar de vivir.