Ni todos los ojos abiertos ven, ni todos los ojos cerrados duermen

04.08.2020 | Redacción | Relatos

Por: Magdalena Barreto

He escogido una de mis frases favoritas a modo de título, porque expresa perfectamente una realidad o por lo menos en mi caso.

Durante mucho tiempo creí ver lo que los demás no veían, hasta que me di cuenta de que los demás veían lo que yo no quería o no sabía ver.

Quizás esto te suene un poco extraño, pero si añado aquello de "no hay peor ciego que quien no quiere ver", probablemente lo entiendas un poco mejor.

He vivido durante algunos años construyendo un proyecto cuyos planos ni siquiera existían, haciendo castillos en el aire, intentando atrapar una ola del mar en un agujero hecho en la fina arena de la playa.

Viví de ilusiones que forjaba cada mañana tratando de convencerme de que todo estaba bien, de que aquellas cosas de mi entorno que se tambaleaban sólo necesitaban una mejor sujeción que yo, tarde o temprano encontraría. Y así pasaba los días, intentando no hacerme demasiadas preguntas. Creyendo que los problemas no eran problemas puesto que yo encontraría las soluciones. Viví con el firme ánimo de demostrarme que había escogido el camino correcto, que había tomado las decisiones acertadas, aun sabiendo que merecía algo más que los restos de la cena del día anterior. Algo más que ser una opción, una alternativa para un plan fallido.

Ahora me pregunto si es normal tener que renunciar a tu propia felicidad para intentar ser feliz y, es justo ahora, cuando tengo nuevas respuestas que distan mucho de aquellas que un día acaparaban mi cerebro. Afortunadamente ahora entiendo que desde el momento en el que tienes que prescindir de una parte de ti para que los demás puedan estar o sentirse mejor, tienes un grave problema. Mejor dicho, el problema no lo tienes tú, sino quien no es capaz de aprender a vivir y a ser feliz sin tener que pasar por encima de ti.

No ha sido nada fácil el camino que me ha hecho comprender esta conclusión, pero cualquier tipo de aprendizaje requiere enfrentarse a nuestros propios errores. Soy consciente de que es un camino largo que apenas he comenzado a recorrer y que en el trayecto encontraré muchos obstáculos, a pesar de todos los tropiezos que ya he dejado atrás hasta llegar a este punto de mi travesía personal.

No soy tan ingenua como para creer que no volveré a cometer los mismos errores, pero sí que espero que la experiencia me ayude a ser más fuerte y tener la capacidad suficiente de no olvidar que nadie, absolutamente nadie, es imprescindible en la vida de otra persona.

El destino, el futuro o como lo quieras llamar, está lleno de sorpresas. Yo quiero pensar que cada una de ellas puede ser una nueva oportunidad. La oportunidad de empezar de nuevo, la oportunidad de crecer a nivel personal, la oportunidad de volver a coger el timón de tu vida y convertirte en capitán y marinero o, simplemente, una nueva oportunidad para intentar ser feliz.

Espero que esa felicidad que todos anhelamos, la que en el fondo todos esperamos encontrar, también vaya a tu encuentro.

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Magdalena Barreto González.

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