18.07.2021 | Redacción | Relato
Por: Magdalena Barreto González
Hay miradas que hablan con más elocuencia que las palabras. Silencios que cuentan todo lo que callas. Suspiros que recitan poemas de amor y caricias que, sin quitarte la ropa, te hacen sentir el mayor de los orgasmos.
A veces no es necesario decir nada para contarlo todo y, otras veces, es el viento quien tiene la última palabra. Hay que cerrar los ojos y escuchar…
Hoy más que nunca, sé que el viento no se equivoca. No se puede perder lo que no se tiene, pero sí se puede ganar lo que nunca se ha tenido.
Así comienza un nuevo capítulo de mi vida...
Una nueva etapa que huele a brisa marina, que salpica la piel de salitre y cuya banda sonora, es el chocar de las rocas contra las olas del mar.
Una nueva etapa donde nada será más importante que el ahora, en la que yo decida cómo vivir y no viva como otros esperan que lo haga. En la que no importen los "cómo" sino los "por qué".
Porque hay que luchar por los sueños.
Porque hay que apostar por la vida.
Porque sólo se vive viviendo.
La peor soledad es la que se vive en compañía. Cuando dejamos de ser honestos con nosotros mismos y nos aferramos a sueños rotos, a corazones vacíos y a sentires muertos. Esa soledad compartida es el mayor lastre que se puede llevar a cuestas porque su peso es mayor cada día.
Cuando comprendemos que muchas veces perder es ganar, que menos puede ser más y que sólo restando se puede sumar, comenzaremos a entender que sólo algo vacío puede volverse a llenar.
El miedo es nuestro peor enemigo y si permitimos que los temores sean más fuertes que las sensaciones, perdemos a nuestro yo. Miedo al fracaso, miedo a equivocarnos, miedo al qué dirán, a hacer sufrir a quienes nos quieren. Miedo a ver el final sin empezar a vivir el comienzo.
Ahora mi único miedo es dejar de vivir por miedo. Desde aquí le declaro la guerra a todo lo que me trate de impedir llegar a donde quiero.
Si te estás preguntado a dónde pretendo llegar, mi respuesta es clara y concisa; a donde me lleve el viento.