May Pérez, una broker que cambiará el mercado inmobiliario

Negar que el sector inmobiliario tiene "algo" de imagen negativa, para muchos profesionales de manera excesiva, sería mentir. Esa imagen negativa nace en la crisis de 2008 y el estallido de la burbuja española de la construcción. Hasta aquel momento el sector inmobiliario, contando con grandes profesionales, también estaba poblado por personas oportunistas, que aprovechando la ola de éxito desmesurado y unos precios absolutamente fuera de la realidad, pretendieron hacer su agosto a costa de propietarios e inversionistas. 

Pero ese NO es el sector inmobiliario. Al igual que un problema de salubridad en la cocina de un restaurante no califica a todo el ecosistema de la restauración o un mal profesor tampoco etiqueta a todo el sector educativo ni una mesa coja jamás tacharía de ineptos a todos los carpinteros de Tenerife. Y es que resulta fácil, más que fácil, simple, entender como funciona una inmobiliaria en Tenerife o en cualquier otra parte, pero a la vez, ejecutar los procesos que conlleva una operación de compra-venta inmobiliaria es harto complejo. Y es una operación, además, en la que intervienen multitud de profesionales: operadores bancarios, tasadores, arquitectos o delineantes, ingenieros, administraciones públicas, notarías, registros, abogados... la lista puede ser interminable. Eso por no citar cuando una propiedad ya trae consigo una carga de problemas que a priori resultasen  irresolubles, como no disponer de documentación previa que justifique la transmisión del patrimonio, cuando los herederos se pelean, cuando hay problemas de lindes, cuando la casa que se construyó décadas atrás hoy sigue siendo ilegal o está afectada por algún plan municipal, cuando no hay certificados energéticos o ni tan siquiera un boletín de instalación eléctrica. En no pocas ocasiones, en nuestra tierra, ni unos planos básicos o unas medidas mínimas.

Las personas que trabajan en el sector inmobiliario, como las agentes inmobiliarias que trabajan en Tacoronte, en +QFÁCIL REAL BUSINESS, por citar un ejemplo, se encargan de todo ese proceso. Desde escuchar por primera vez a ese propietario que sueña vender una casa  en La Laguna heredada de los abuelos, hasta la persona que con un gran trabajo y esfuerzo tiene dos pequeños pisos para alquilar en el Puerto de la Cruz, lo que le supondrá una jubilación más tranquila y con menos estrecheces. Así que esa es la primera labor, escuchar. Pero luego hay que diseccionar el caso. Hacer una labor de investigación profunda para conocer la situación real legal de la propiedad. Valorarla adecuadamente, ni a la baja ni al alza, sino en su justa medida y según el mercado vigente en cada momento y lugar (indistintamente del precio que el vendedor quiera poner se ha de conocer el real). Regularizar toda situación que impida la venta. Captar a potenciales compradores, adecuados para esa propiedad, con recursos suficientes para adquirirla. Facilitar el acceso a esos recursos a través de préstamos hipotecarios. Acompañar en todo el proceso notarial y de registro. Buscar los profesionales que resuelvan  problemas de fontanería o estructurales o humedades. Hasta el momento final en el que el vendedor o vendedora pasa las llaves a los nuevos propietarios. Un momento, sin duda, mágico.

Hacer todo esto requiere una larga formación. Acumular experiencia, mucha experiencia, que solo se logra con años de trabajo en el sector. Paciencia infinita para escuchar. Una red de contactos inagotable. Honestidad y transparencia a raudales. Y sobre todo que te gusten las personas. Porque en todo ese proceso, si hay algo que destaca es la presencia continua y omnipresente de las personas. Con sus distintas maneras de ser y de actuar. Con sus propios sueños e ilusiones. Finalmente, la agente inmobiliario, resumiéndolo de una manera breve pero muy real, es un hacedora de sueños.

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