16.10.2022 | Redacción | Relato
Por: Isa Hernández
Presentía como un talismán que estuviera a mi lado, embelesada extiendo la mano para asirlo hacia mi cuerpo, abrazarlo y acomodarlo en el espacio para no impedir su armonía. Le acaricio la cara y le enjugo el sudor que resbala por su frente. Me gusta contemplarlo en el silencio atronador de la oscuridad y deslizar los dedos por las rayas que le hace la luna en su cara cuando se cuela por las rendijas de la ventana. Le beso los ojos cerrados por el sueño e imagino si me habitará en su fantasía y, me pregunto por qué derroteros andará con sus quimeras, a quién le entregará su amor en la madrugada o si tendrá algún viaje de vuelta. Mi amor inmarcesible es tal, que no importa por qué cielos viaje y con qué hadas baile al son de las estrellas fugaces. Su aliento adormece mis sentidos y las emociones revolotean como un enjambre de mariposas de colores que embellecen los instantes de placer en la soledad, entre las sábanas de seda, blanca como la nieve, que se desliza por nuestros cuerpos dormidos, fantásticos y etéreos. Mis brazos lo atrapan una y otra vez y, nos fundimos de nuevo hasta el amanecer como si todos mis pensamientos fueran reales y no solo seres de luz de un sueño.
Imagen de archivo: Isa Hernández