18.09.2023 | Redacción
Por: Luis Alberto Serrano
Finde Nius
El pasado día 15, en Mónaco donde residía, fallecía el artista colombiano Fernando Botero. Quizás el creador contemporáneo más citado en revistas especializadas. Pero yo, destacaría algo mucho más relevante. Era el autor al que todos, ilustrados y profanos, sabrían reconocer el estilo al ver alguna de sus obras. Eso no se consigue con facilidad. Aunar criterios, entre la crítica especializada y el público que no ha ido a una exposición en su vida, es el gran logro del artista “de los gordos”.
Sus sobredimensionados personajes son un icono del arte moderno. Sus figuras y figurantes sin complejos nos acercan a romper con los estereotipos y los cánones de belleza imperantes durante el siglo pasado y buena parte de éste por el que transitamos. Me encanta la publicidad actual en el que vemos a modelos con sobre peso (o “curvys”, como se llaman ahora) para demostrar que todos los cuerpos son bellos. Creo que es una tendencia y estrategia de marketing, pero poco a poco va haciendo su efecto. Botero lo lleva haciendo toda la vida. Fue un visionario. Su primera exposición, después de intentar ser torero, fue en su Medellín natal en 1948,
En 1952, con el dinero de algún premio que ganó, se trasladó a Europa (primero a Barcelona y luego a Madrid) haciendo dibujos y pinturas en la puerta del Museo del Prado. Tras su paso por París y Florencia, donde aprendió de los renacentistas italianos, volvió a Colombia y se casó con la filósofa y galerista Gloria Zea. En 1956 ya logró exponer en Nueva York y de ahí, alrededor de todo el mundo. Su última exposición hace más de 10 años servía de crítica indignada, a través de 78 cuadros, sobre el horror y la pesadilla que sufrieron los prisioneros por parte de soldados estadounidenses en la cárcel de Abu Ghraib.