04.01.2023 | Redacción | Relato
Por: Jesica Delgado
Voy a apilar estos libros de diferentes modos para distraer tu atención, quiero desviarte de esos problemas graves y mortales que hoy, solo hoy sufrís, como el cáncer o el sida, como el canto de un cacuy, que crees triste.
Lo que abandono aquí es mi interior, el material que se vuelve obsoleto una vez masticado. Pasan los días en un largo dormitar, a veces siento la alegría de huir, pero soy tan simple como Mahoma escapando de la Meca.Una mandolina rompe el aturdidor peso de una nefasta conciencia y he aquí lo nuevo, lástima que lo has arruinado, el sudor de tu piel inmunda, tu mala alimentación, la ansiedad que te hizo tropezar como el mas torpe de los reyes, y eso que ves en el espejo eres, un invento de hombres y mujeres que se agitan por una sabiduría perenne.
Es esto lo único que aprendí a recordar, que voy a morir tan pronto como se me de la gana. Mis manos temblaran sobre la mesa de un amigo que no podrá callarme, y diré que pronto como se me de la gana voy a colgarme del soporte de un columpio con esta corbata a rayas amarillas, voy a desvariar, como este agua que se adapta a cualquier forma.
Acomodo los libros, desordeno mi vida, tiento a los mil demonios que vengan por mí, y todo es rutinario, hasta matar a la señora del 3ro. B ha sido de las aventuras más aburridas, ni siquiera gritó, ni rogó como en una tragedia, algo me hace pensar que la gente muere después de su primer beso.
Rajá, puede ser tomado como una coerción en la palabra, o como un rey en la India.
Esta corbata, pudo ser un atuendo que a base de sensatas elecciones me han regalado, con el afán de hacerme sentir único, para demostrar a la sociedad en que escalón económico me ubico, en ese que usas corbata para ir a trabajar, para eventos especiales, para el cumpleaños de algún don nadie, con rayas amarillas cruzando sin prisas sobre una seda verdeazulada, suave, irrompible, perfecta para ahorcarse un domingo temprano, que aristocrático. Que desgracia.
Ensayo delante de un espejo la obra muerta de un teatro medieval, me pregunto que sentido tiene sentir. Ya he leído el final de este cuento, y si deja una enseñanza de esas que se plasman en la sangre caliente de los pensantes, no me interesa, es pura utilería, relleno de caja con contenido frágil.
La corbata cuelga de la única silla del cuarto, un espejo ovalado y adornado por un roble que alguna vez fue semilla diminuta, planta salvaje danzante al viento caliente de las montañas lejanas. Y allí cómplice del polvo, de la tierra que detesto quitar, reposan objetos aburridos, un peine con dientes mordidos, las llaves de la puerta, un plato de porcelana con dibujos chinos en Venecia, con un relieve suave, digno de la caricia de mis dedos. Leo sobre los inuit aunque mal dicho son esquimales, me siento helado, cazando focas. Camino unos pasos y entro a una casa, la luz retumba en las paredes y mi mente se estrella contra el cemento, prendo el televisor, hago zapping. Poseo tanta grasa como una foca, pero no me ayuda a sobrevivir, este clima no es tan extremo, no me lo exige, por el contrario la grasa atrofia mis venas, me siento cansado, por mis poros sudare aceite, saldrán toxinas a correr fuera de si, exclamando un lugar en mi superficie continental. Con el oído izquierdo escucho una melodía externa, despierto. El sueño que me usó como a un profiláctico más, me ha descartado, ahora me arrodillo sobre el suelo horizontal, rezo plegarias que se burlan de mi mismo, hablan de aquello que sucederá. Son las siete menos cuarto de la mañana, me alisto para salir a la calle, olvido comer una fruta de desayuno, la radio me
pide que la encienda, vacilo un momento, dos, no hay tiempo. Aunque tiempo es lo único que hay.
Mas allá de las calles pavimentadas de gris, y los árboles que se enredan con los cables un poco más yo también crezco, careciendo de un ritmo preciso.
Monto en mi bicicleta, recuerdo que voy a morir, y lo hago. Atascado en el tráfico de una ciudad a la que no le importo. El hombre del auto placa wpx 7420 lleva puesta su mejor corbata, pisa a fondo el acelerador, no quiere pensar. Huye perplejo. Mientras tanto su destino mueve hamacas vacías en algún lugar.
Imagen: Jesica Delgado | Facebook