LA ZAMBOMBA

23.12.2024 | Redacción | Micro cuento

Por: Pilar Medina Rayo

Autora del libro: Óbolos para Caronte

Apenas era un niño de unos cinco años que caminaba de la mano de sus padres entre el bullicio de la gente.

Me llegaban las risas de todos aquellos extraños que, misteriosamente, nos sentíamos unidos por un nexo común.

Pequeños copos de nieve, de intenso color blanco, caían dulcemente sobre mi rostro. El frío lamió mí cara mientras yo sacaba la lengua con la esperanza de recoger alguno de ellos. Poco duraron mis intentos, mi madre, toda presta, me subió la bufanda hasta los ojos, recolocando después mi gorro varias veces, hasta que se aseguró de que mis orejas estaban bien tapadas.

Mientras, con mis ojos inocentes miraba hacia la luna, embelesado en esos perfectos copos y con una gran sonrisa a la que ya le faltaba algún diente, de esos a los que los adultos llamaban "de leche".

Mis padres, con voz emocionada, señalaron a un lugar específico y, emocionados, gritaron ¡Mira, la Plaza Mayor!

Mi atención se olvidó inmediatamente de los blancos copos, y se centró en aquel lugar que se me antojó ¡Mágico!

Paseamos entre los distintos puestos viendo belenes, luces que parpadeaban en múltiples colores, bolas de cristal de diferentes tamaños y, cómo no, los preciosos árboles de navidad...

Me compraron un cucurucho de castañas, "para que te calientes las manos", me dijo mi madre al dármelo.

¡Feliz Navidad!, ¡Feliz Navidad!, ¡Feliz Navidad!..., saludaba una y otra vez la gente al pasar junto a nosotros.

Mi padre se alejó para volver al momento con un objeto de barro que tenía una vara en el centro, adornada con varias cintas de colores. Empezó a mover el palo que asomaba en el centro del objeto mientras cantaba "ande, ande, ande, la marimorena, ande, ande, ande que es la Nochebuena...” no sé qué sonido era peor, si el que salía de ese objeto o los berridos que salían de la boca de mi padre, sólo sé que reía con mi boca desdentada mientras me sentía inmensamente feliz...

Después de unos pocos berridos más, mi padre se acercó con una gran sonrisa y, extendiendo sus manos, me dijo "toma, es para ti, es una zambomba"

 

Suscríbete a nuestro Podcast



Buscar en Tagoror

¿Aún no te has suscrito a nuestro podcast? Suscríbete aquí