27.03.2022 | Redacción | Relato
Por: Isa Hernández
Soñaba con poder recordar esa poesía que cada noche declamabas en mi sueño, esa que al despertar ya no recordaba y, lloraba de tristeza por no recordarla. Presentía que debía ser sublime porque en la realidad me colmaba de momentos inmarcesibles, que, no podría olvidar, aunque viviera hasta el infinito. Esos recuerdos me acompañan y me dan calor, luz y esperanza para seguir en la senda y superar las curvas pronunciadas del camino. A veces, siento frío y dolor cuando me resbalo en las piedras lisas, y otras, patino en la nieve blanca de los bordes de las aceras. Entonces, tú, me das la mano y prometes visitarme con tu poesía en la noche y, te presiento llegar entre las sombras, sonriente, con esa mirada azabache que me inmoviliza y ya no puedo pensar, y siento como una sensación que me embruja, y me dibuja la sonrisa que siempre decías que veías en mi cara pecosa y que daba brillo a mis ojos color de cielo y, cuando manan las lágrimas por mi cara aflora la promesa de no más llanto en mi pensamiento; vuelvo a sonreír y espero que llegue la noche e ilumines la penumbra de mi sueño con tu poesía.
Imagen de archivo: Isa Hernández