20.12.2022 | Redacción | Relato
Por: Isa Hernández
Se encontraron entre la multitud, cuando ambos contemplaban extasiados el encendido de las calles de la ciudad. Cada año se superaban los dibujos, los colores de los farolillos y de las bombillas del decorado iluminado. Los niños y mayores acudían a la noche mágica y gritaban al unísono para hacerse oír entre los corrillos abarrotados que, a veces, interrumpan el paso a los viandantes. Carla no entendió bien las palabras que, con cara expresiva y risas desorbitadas, le susurraba Alex; ella embelesada, solo le demostraba con asombro la alegría que sentía después de tanto tiempo sin verlo. Habían sido más que amigos en la facultad, pero al terminar separaron sus vidas y, siguieron distintos derroteros. Ahora estaban allí, juntos en medio del gentío, abrazados y, sin saber que les depararía la noche. Las amigas de Carla se apartaron discretamente al ver la situación y, ella ni se percató de qué estaba pasando, solo advertía que la embargada un estado de éxtasis, que la envolvía entre los destellos, la música de los villancicos y el calor de los brazos de Alex, que, la mecía como si la transportara por senderos etéreos hacia el infinito. La nebulosa de sus pensamientos la devolvió a la realidad y se sorprendió al mirar los luceros verdes esmeralda de su nieta, qué le preguntaba si Alex había sido su novio de juventud.
Imagen de archivo: Isa Hernández