LA INMACULADA CONCEPCIÓN: GÉNESIS DE SU ICONOGRAFÍA CON EL CONCILIO DE TRENTO

08.12.2024 | Redacción | Escrito

Por: Pilar Medina Rayo

Coautora del libro: "Óbolos para Caronte", que se prentará el próximo día 13 de diciembre en Humanes de Madrid

El 8 de diciembre celebramos la Inmaculada Concepción, también conocida como La Purísima, patrona y protectora de España desde 1644, patrona de la Infantería Española desde el año 1892 por Real Orden de la Reina doña María Cristina de Habsburgo-Lorena, así como de la Farmacia militar y, por extensión, de los Colegios Oficiales de Farmacéuticos, las Facultades de Farmacia y todos los farmacéuticos.

¿Por qué se señaló el 8 de diciembre como fecha de concepción de la Virgen?

Su nacimiento se estableció en el 8 de septiembre, por tanto, si descontamos 9 meses, que es lo que dura un embarazo, resulta el mes de diciembre como el de su concepción.

Parece que la formulación primitiva de la festividad de la Concepción de María se remonta al siglo VIII bajo la denominación general de la Concepción de Santa Ana, celebrándose el 9 de diciembre. Con los Tercios de Flandes y el conocido Milagro de Empel, que ocurrió entre los días 6, 7 y 8 de diciembre de 1585, la celebración de la Inmaculada adquiere un esplendor extraordinario.

En el siglo XVI la orden franciscana empezó a difundir y defender la idea de que María no sólo era virgen al concebir a Jesús, sino que ella misma había sido sin pecado concebida, es decir, sin ese pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva. En 1661, el Papa Alejandro VII da una bula apoyando esa idea.

Lo anterior se manifestará como dogma de fe, o verdad absoluta revelada por Dios, en el siglo XIX con la bula del Papa Pío Nono, donde se recoge definitivamente que la Inmaculada fue concebida sin pecado original.

¿Cuándo cambió el color del vestido de la Virgen?

A través de la obra “Arte de la Pintura”, de Francisco Pacheco, suegro de Velázquez, se estableció un modelo iconográfico concreto para representar a la Inmaculada.

Aquél tratado recogía las directrices que a Pacheco le había transmitido su tío, que se llamaba también Francisco Pacheco.

Este segundo Pacheco era el canónigo de Sevilla. Realizaba tertulias en su casa invitando a los artistas sevillanos del momento, a los que explicaba las reglas establecidas en el Concilio de Trento sobre la iconografía en el arte sacro.

Esta nueva iconografía quedó plasmada por Zurbarán, el famoso pintor barroco español del siglo XVII, en su obra, Inmaculada Niña.

La pintura fue encargada por el Cabildo de Sevilla, por ello en su margen inferior izquierdo podemos ver representada la ciudad, donde destaca su Giralda y su Torre del Oro.

Con su obra, Zurbarán permite comprender las normas del Concilio de Trento y que, poco a poco, definieron una nueva iconografía de la Inmaculada Concepción. En ella cambió los colores del vestido de la Virgen, anteriormente de tonos rojizos que simbolizaba la maternidad, para evolucionar al blanco actual y que simboliza pureza.

En cuanto a su manto, el color azul también estaba indicado en el libro del “Arte de la Pintura” de Pacheco, como símbolo de santidad y humildad. Los mantos de tonos púrpura, verde oscuro, negro, gris e incluso rojo, fueron sustituidos por matices azules en diferentes grados de luminosidad.

Pero no sólo realizó cambios cromáticos, sino también en los símbolos, así parece por primera vez los picos de la luna, que simboliza castidad, colocados hacia abajo en lugar de hacia arriba, tal y como se estaba representando anteriormente, corroborando así lo aconsejado por Pacheco en su obra.

A la Virgen María se la representa con una media luna bajo sus pies, siguiendo el relato bíblico de San Juan, quien en el capítulo doce del Libro del Apocalipsis recogió: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. La Tradición ha venido a identificar a esa Mujer como una personificación de María.

En el “Arte de la Pintura”, Pacheco recoge los argumentos de su amigo ,el jesuita sevillano Luis del Alcázar, quien pensaba que: “En la conjunción del sol, de la luna y de las estrellas, veo que yerran frecuentemente los pintores vulgares. Pues éstos suelen pintar la luna a los pies de la soberana Señora vueltas sus puntas hacia arriba. Pero los que son peritos en las ciencias matemáticas, saben con evidencia que, si el sol y la luna están ambos juntos, y desde un lugar inferior, se mira la luna por un lado, las dos puntas de ellas parecen vueltas hacia abajo, de suerte que la mujer estuviese, no sobre el cóncavo de la luna, sino sobre la parte convexa de ella. Y así debía suceder para que la luna alumbrase a la Mujer que estaba arriba”

Alrededor de la Virgen podemos observar distintos símbolos que hacen referencia a las letanías dedicadas a ella: escalera al cielo; puerta del cielo; estrella en la mañana; espejo de justicia; jardín sellado; fuente sagrada; alma de Jericó; ciprés frondoso; y pozo de sabiduría.

Bajo la luna, que sirve de escabel a la Inmaculada, y protegido por ella, vemos un pequeño barco. Éste simboliza el alma cristina que navega por el mar de la vida, bajo la protección de María, hasta alcanzar el puerto definitivo y seguro.

Los pintores posteriores a Zurbarán continuarán plasmando esta iconografía de blanco y azul con la que hoy día identificamos plenamente a la Inmaculada.

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