La genuina gravedad de los seres conardientes

23.06.2023 | Redacción | Cultura

Por: Barbara Rostecka

Doctora en Sociología, profesora de la Universidad de La Laguna y la UNED

En los tiempos de desamparo de cualquier pensamiento feliz, volver a la práctica de dar saltos sin más, acaso pueda llevarnos a pensar en la idea de volver al comienzo de las cosas y además darles una vuelta completa. De este modo, el espectáculo El resto de les coses, de la compañía Dueteatro, no comienza cuando todo el público ya está sentado, sino al revés. El público entra cuando las dos protagonistas, Andrea Eraso y Lisa Reventós, experimentan el apogeo de una situación remota, que avisa sobre las emociones reprimidas, según las expresiones de sus rostros, y cuya onda expansiva les envuelve en una especie de trance de saltar. Y es que saltar, como se logra recordar a partir de este momento, es una habilidad versátil que, a quienes ya habíamos recurrido a ella, permitía expresar con soltura nuestro pequeño y poco elocuente yo de la época de la infancia en las situaciones muy variopintas. Sea por alegría, sea por otra emoción, la tensión acumulada por las criaturas infantes como resultado de falta de observancia de todos estos pequeños augurios de estimulación, se resolvía con dar saltos. En esta obra el recurso de saltar, de volver a esta reacción primaria, se usa para retornar a las genuinas formas del vínculo.

Este es el primer giro expresivo que nos ofrece la compañía Dueteatre: une gestos primarios con la sofisticada pantomima, la danza y las vocalizaciones de las mayores angustias humanas bajo el signo de unas claves que abordan el valor de los vínculos. Todo esto se alterna con la puesta en escena de algunos símbolos modalizadores de la convivencia cotidiana. El segundo giro, o salto, mejor dicho, da la vuelta a los significados de los lazos que desarrollamos. Lejos de todo romanticismo, y levantando vuelos sobre las cenizas de la fragmentación posmoderna de cualquier experiencia, el dúo se refiere a los lazos humanos tomando prestadas las formas de la vinculación que desarrollan en su gestualidad los animales. Entre estos queda representada la depredación, el parasitismo, el mutualismo, el neutralismo, el comensalismo y, finalmente, la simbiosis. Sí, el final es bueno y es el tercer salto. Nos remite a la observación de Kafka y a la base de la sociología moderna que ha venido afirmando que la naturaleza humana se crea y desarrolla a través de las conexiones humanas. Las interrogaciones “¿cuánto cuesta una hermana?” y una interminable batería de preguntas retóricas que plantea esta pieza, no caben en ninguna tradición de la escuela de la tragedia griega. Es inútil intentar definir esta representación como elegante o no. Tampoco reivindicativa. Las protagonistas se escupen en la cara, comen con las manos, usan piropos para humillar y, sin embargo, salvan las escenas de lo ordinario poniendo en el foco de atención las consecuencias profundas de las relaciones humanas y de los sentidos de la vida: las heridas, las miserias, las huidas y vueltas, los encuentros con el otro. Esta superación de cualquier convencionalismo estético, incluido el recurso tan manido de erotizar un poco el ambiente, ofrece una visión nueva sobre nosotros, unos sin remedio emotioviros, es decir, seres absolutamente dependientes de las emociones. No hay duda de que la necesidad de uso de los conceptos propios para el mundo animal para desvelar la más importante condición humana, remite al conocido discurso de Gabriel Márquez: «Llama la atención que el verbo pasar tenga cincuenta y cuatro significados, mientras en la república del Ecuador tienen ciento cinco nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado» (Botella al mar al Dios de las palabras).

En la obra «La resta de les coses» resuenan estas búsquedas.

La obra se podrá ver los jueves 8,15 y 22 de junio en Sala Ars Teatre (Barcelona).

 

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